Paramilitarismo y guerrilla

El libro “Comunismo y nazismo, 25 reflexiones sobre el totalitarismo en el siglo XX” del académico francés Alain de Benoist,

sin proponérselo remite a quien lo lea a la actual circunstancia colombiana, en la que coexisten unas anacrónicas guerrillas de declarada estirpe comunista, hoy insertas en el narcotráfico, con varios grupos surgidos de la presión de aquellas sobre los propietarios como grupos de “autodefensa”, bautizados en virtud de su criminal reconversión con el apelativo de “paramilitares” o con el apócope generalizado de “paras”.


Unos y otros han sido descalificados por la opinión y su actuar  repudiado colectivamente.


La adscripción ideológica al paramilitarismo, gracias a las denuncias de las víctimas sobrevivientes y la propia confesión de sus integrantes de los varios cientos o miles de crímenes cometidos por este, ha recibido el rechazo como actividad abominablemente criminal.


E igual sucede con la guerrilla, como se ha manifestado colectivamente -incluso a través de multitudinarias manifestaciones en el pasado reciente- pues el comunismo en cincuenta o más años de beligerancia guerrillera en Colombia, ha asesinado, secuestrado y vejado a miles de hombres, mujeres y niños, de la misma forma que lo que ha hecho en el mundo entero, haciéndose acreedor, lógicamente, a ser visto como una militancia tan criminal o más aun si cabe que el paramilitarismo, así la izquierda criolla de manera inexplicable pretenda que tal censura no se dé y no pase nada con aquel que actúe en las filas del crimen revestido de ideología y que por el contrario busque que se admire, aplauda y hasta respete.


Al efecto la referida obra de Benoist señala, que no debe olvidarse que “el balance del comunismo constituye el caso de carnicería política más colosal de la historia, pues este ha matado en perfecta coherencia con su doctrina, tanto que el sistema comunista no ha sido sólo un sistema que ha cometido crímenes, sino un sistema cuya esencia misma es criminal.”


Claro que en el país hay muchos “mamertos” que aún se resisten a admitir la naturaleza criminógena de esta doctrina política y que se niegan a admitir la comparación entre esta y “los paras”, pues el comunismo ha tratado de revestirse de un aura ilustrada, democrática y progresista mientras al paramilitarismo lo condenan como irracional e injusto. Aun cuando son bastantes también los que sostienen que el fenómeno “para” es una reacción frente a la acción armada guerrillera e incluso hablan de “un nexo causal” entre esta y aquel, porque es claro que el paramilitarismo aparece, en muchos aspectos como una reacción simétrica al quehacer violento de la barbarie comunista.


Benoist nos recuerda que no se debe echar al olvido que el terror bolchevique siempre surgió en la historia, antes que el terror a los que reaccionaron a él. Los nazis por ejemplo copiaron sus técnicas de exterminio de los bolcheviques. Sus formas y métodos fueron importados de estos por parte de aquellos. Al punto que “el nazismo puede definirse, como un anticomunismo que tomó del adversario las formas y los métodos, empezando por los del terror”, tal como ha ocurrido entre nosotros: el paramilitarismo fue y sigue siendo una reacción frente a la violencia guerrillera.


Debe aclararse sí, que comparar guerrilla y “paras” no quiere decir asimilarlos o igualarlos. Se trata de ponerlos uno al lado del otro para pensarlos juntos y establecer las relaciones entre ambos. Ni el uno disculpa los crímenes del otro, ni las atrocidades del otro disculpan a las del uno.


Se nos ha hecho creer que el comunismo habría obrado por amor a la humanidad y los demás por odio y maldad. El paramilitarismo sería criminal por vocación y el comunismo criminal por error “porque al fin de cuentas, los crímenes comunistas son progresistas”.


Ante lo cual tenemos que preguntarnos –como lo hace el intelectual galo en su obra–, ¿por qué el hecho de matar en nombre de la esperanza o de “alegres amaneceres” es más excusable que el asesinato vinculado a un acto de defensa de la propiedad?


Ya alguien lo afirmó, “ser víctima de una idea, así se pretenda hermosa, no hace que uno deje de ser víctima y la idea espantosa”.


¿O será qué los criminales que dicen y hasta creen estar del lado del bien, son menos condenables que los criminales que se piensa están del lado del mal?

Credito
MANUEL JOSÉ ALVAREZ DIDYME-DÔME

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