“Los hechos enseñan pero solo a quien sabe ver"

Como alguna vez lo señalé en alguno de los muchos escritos pergeñados en el pasado en este mismo diario, nos haría bien estudiar a fondo la “paremiología” y el objeto que ella persigue, que no es otro que la transmisión del conocimiento acopiado por los grupos sociales a lo largo del tiempo en refranes o proverbios derivados de las observaciones hechas por sus integrantes.

Como alguna vez lo señalé en alguno de los muchos escritos pergeñados en el pasado en este mismo diario, nos haría bien estudiar a fondo la “paremiología” y el objeto que ella persigue, que no es otro que la transmisión del conocimiento acopiado por los grupos sociales a lo largo del tiempo en refranes o proverbios derivados de las observaciones hechas por sus integrantes sobre los más variados asuntos y que transmitidos de generación en generación, terminan por constituir su acervo cultural.

Y es que muchas veces tales refranes o proverbios, que derivan de una anécdota, un chiste o un cuento tradicional, ponen en primer plano las creencias y supersticiones populares, con mayor fidelidad y de mejor manera que formas de expresión más elaboradas y menos condensadas.

Por lo que debería, en consecuencia, pensarse erigirlos, por sobre cualquier otro catálogo normativo, como el conjunto de prescripciones de comportamiento que orienten a la comunidad en el futuro, dotadas, inclusive, de verdadera fuerza de ley. 

De manera que un precepto como el que encabeza este escrito, una vez elevado a norma imperativa, condujera a obligar a los que escogen a quienes nos gobiernan, cualquiera que sea su pelambre, a tener el ojo avizor cuando lo hacen, procurando que el resultado de la elección no se parezca al acaecido en el pasado entre nosotros, o en las comunidades vecinas, impidiendo de esta forma que “aquí y ahora” suceda algo semejante o con los mismos efectos que nos provoquen complicaciones y tropiezos.

Con ello el primer efecto positivo a producirse, sería el de que los gobernantes que se elijan no tendrían semejanza alguna, a aquellos que han mal gobernado y a pesar de ello han pretendido perpetuarse en la jefatura del Estado montando a favor de sus propósitos de repetición, descarados programas asistencialistas a la mejor manera de perón, chávez o especímenes análogos o semejantes, como “familias en acción” o “viviendas subsidiadas”.

Obteniéndose una secuela adicional positiva, como sería la de que en estos lares desaparecerían las reelecciones, pues los hechos del pasado nos han dejado sentir los nocivos efectos que a causa de ellas se han tenido, y mucho menos si para apuntalarlas, se tienen que ofrecer al narcotráfico y al vandalismo en bandeja de plata, impunidad, perdón y olvido de sus criminales acciones de lesa humanidad y de las otras, cometidas durante casi medio siglo del que pasó y de lo que va corrido de este, sin solución de continuidad.

Y menos si quien la pretende es el personero del más marcado centralismo que Colombia haya conocido que le cercenó a las regiones parte importante de sus recursos y montó la operación minera a favor de empresas transnacionales, para acabar las fuentes hídricas y con ellas el futuro de la actividad agrícola nacional de la cual vive más de medio país.

Credito
MANUEL JOSÉ ALVAREZ DIDYME- DôME

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