Por un nuevo espacio público

La inminencia de la aprobación de un nuevo POT para la ciudad, se brinda como la ocasión propicia para que se le devuelva al ciudadano “el espacio público” que de un tiempo para acá ha ido perdiendo por la inacción y falta de planeación urbana de las precedentes administraciones, como ya en varias oportunidades lo hemos denunciado.

La inminencia de la aprobación de un nuevo POT para la ciudad, se brinda como la ocasión propicia para que se le devuelva al ciudadano “el espacio público” que de un tiempo para acá ha ido perdiendo por la inacción y falta de planeación urbana de las precedentes administraciones, como ya en varias oportunidades lo hemos denunciado.

Advirtiendo que el concepto que hoy se debe tener de “espacio público”, no es el mismo del pasado, en cuanto este ha sufrido profundas variaciones cualitativas, hasta llegar a insertarse dentro de un esquema de mayor amplitud que el que se le asignaba en el pasado, denominado “ecología urbana”, el cual se nutre de otras disciplinas como el urbanismo, la economía, la sociología, la antropología, la geografía, la ingeniería, el derecho y la historia, que continúa refiriéndose por supuesto a las vías, pero no de manera exclusiva, sino a todo aquel lugar -cualquiera que él sea-, que se haya reservado libre de obras u ocupación física, visual o sonora, por razones culturales o históricas, o para destinarlo a usos sociales propios de la vida en la ciudad, como la recreación o las prácticas deportivas, los actos o espectáculos de disfrute colectivo, el divertimento general, la cultura, la seguridad, la salud, sin restricción, en contraposición al espacio privado en donde el uso, -de hecho-, se limita en razón del respeto debido al derecho de propiedad individual.

El espacio público así concebido, abarca ahora plazas, parques, vías, calles o andenes de circulación abierta, antejardines, al igual que casi todas las edificaciones públicas tales como terminales de transporte, estaciones, aeropuertos, bibliotecas, escuelas, acueductos y hospitales; zonas de protección y reserva como bosques, laderas, orillas y lechos de los ríos, constituyendo la mas de las veces el escenario propio de convergencia comunitaria para la interacción y la expresión vital cotidiana, lo que lo convierte en el soporte físico de la actividad del colectivo en la urbe situándolo muy por encima de los intereses individuales y haciendo que su libre accesibilidad deba ser reglamentada y preservada por sobre cualquier otra consideración.

Teniendo cuidado, eso sí, de no terminar por calificar como públicos, espacios que la dinámica propia de la ciudad y los comportamientos de la gente puedan llegar a crear de hecho, sin que jurídicamente lo sean o no hayan sido previstos como tales, como aquellos terrenos abandonados, espontáneamente utilizados como públicos, o centros comerciales que son espacios privados que por su utilización van adquiriendo apariencia de públicos.

Bajo estas premisas, es que el POT debe repensar y reglar el “espacio público” de hoy, procurando transformarlo en algo amable, confortable y útil para los ciudadanos: procurando la movilidad sin congestión, suprimiendo la polución sonora o ambiental; con calles amplias y andenes libres de obstáculos; un sistema racional de transporte público, no contaminador, eficiente y eficaz; plazas de mercado aseadas sin invasiones en sus áreas circundantes de uso colectivo; plazas y parques donde no se molesten la recreación o el descanso de sus visitantes; lugares de espectáculo y divertimento sin contaminación auditiva ni perturbación al apacible discurrir de los ciudadanos, en fin, donde el ciudadano del común tenga lo indispensable pero de manera equilibrada y civilizada.

El “espacio público” concebido bajo el verdadero dominio público, con un uso social colectivo y una diversidad de actividades; tratado con una positiva visión del porvenir de nuestra ciudad bajo perspectivas de crecimiento y desarrollo, acorde con la “seguridad humana” que nos fue  ofrecida.

Credito
MANUEL JOSÉ ALVAREZ DIDYME- DôME

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