Ricardo Angulo “un costeño que se quedó entre montañas”

En la noche del pasado jueves, el modesto pero decoroso Museo de Arte Moderno de la ciudad, rindió justo homenaje a un tolimense de corazón y sentimiento: Ricardo Angulo Díaz-Granados, que como Márgaret Bonilla, directora de aquel centro lo recordaba, es “un costeño al que lo cautivaron las montañas de esta tierra”.

En la noche del pasado jueves, el modesto pero decoroso Museo de Arte Moderno de la ciudad, rindió justo homenaje a un tolimense de corazón y sentimiento: Ricardo Angulo Díaz-Granados, que como Márgaret Bonilla, directora de aquel centro lo recordaba, es “un costeño al que lo cautivaron las montañas de esta tierra”, a lo que habría que añadirle, el otro tanto que hizo la mujer raizal: Belén Caicedo, su inspiración y compañera “de todas las horas”. 

Y con la retrospectiva que nos mostró, “el maestro” lo ratificó, en cuanto en ella sobresale el paisaje tolimense, de Gualanday, el de su refugio familiar de Chicoral, de las montañas que abrazan a Ibagué y la llanura hacia donde esta se extiende salpicada de arrozales de dispersas luces, que llevan a pensar a quienes se detienen a mirarlo, que en este solar se vive una inagotable fiesta que durará por siempre y para siempre y que de seguro aquí se marchitará cualquier sedimento de tristeza que pretenda pervivir en medio de tal maravilla.

Pero además la excelente obra, nos llevó a traer a la memoria el craso error producto de la menguada visión de un rector de nuestra pública universidad, …“de cuyo nombre no quiero acordarme”, que llevado por la prosaica consideración monetaria de que todo programa de un centro de educación, debe ser rentable o al menos sustentable, lo llevó -hace ya varios lustros- a tomar la equivocada medida de cerrar la Escuela de Bellas Artes, echando por la borda una historia de eficientes realizaciones y éxitos en cuanto a la formación de talento local en esas disciplinas.

Bastaría repasar la lista de quienes por allí pasaron en la condición de docentes para entender la importancia que aquel centro alcanzó en el ámbito artístico nacional y el tamaño del error al disponer su clausura, iniciando con el Maestro Angulo: Manuel Hernández, Alberto Soto, Carlos Enio Naranjo, Michael Lentz, Jorge Elías Triana, Jesús Niño Botía, Julio Fajardo y Antonio Buraglia entre muchos más que escapan de nuestra flaca memoria.

O de aquellos talentos que de en dichas aulas estudiaron como Mario Lafont, Edilberto Calderón, Rosendo Gil y Armando Martínez entre otros, brillantes cifras del arte en Colombia con proyección y reconocimiento internacional, refrendando lo que siempre se ha sabido: que el Tolima es tierra fértil para el cultivo de toda forma de expresión y representación sensibles.

Y recordar la importancia que alcanzó el Salón Nacional que a propósito de las Festividades del Folclor y a instancias de la “Escuela” se convocaba en esta ciudad cada año, al que concurría lo más destacado de la plástica nacional y que sirvió para que el departamento formara su colección de arte a través del acopio de las obras ganadoras en tal evento.

De todo lo cual dan fe el Museo de Arte Moderno, las concurridas exposiciones que de manera repetida realiza el Banco de la República y la pléyade de artistas emergentes que muestra la región, unos empíricos, otros egresados de centros de formación de otras latitudes y los más, inspirados por el ejemplo de los que los antecedieron a través de las dichas muestras pictóricas que aquí se realizan.

De todas maneras a pesar del brusco cierre de la referida Escuela, pervivió una pequeña lumbre sostenida por algunos insobornables cultores y amantes de las bellas artes, que bajo la forma de talleres libres, mantuvo latente la idea de revivir aquel programa y allí estaba en primera línea Ricardo Angulo.

Con él y otros enamorados del arte, en conducta bien diversa de aquella que declaró la muerte del arte en el Tolima a la manera de quienes en el pasado histórico atentaron contra la inteligencia al grito de “Colombia no necesita de sabios”, se mantuvo la clara conciencia que de que una región no puede alcanzar estatura espiritual alguna, si en su seno no coexisten en sano equilibrio las varias ciencias y las técnicas, con las humanidades y las artes, como corresponde al pensamiento contemporáneo y a la necesidad de enfrentar los falsos oropeles de la mediocridad actual.

Credito
MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME

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