Es la economía, estúpido

La frase con que se titula esta nota y que incorpora un adjetivo substantivado poco usado entre nosotros, puesto que denota agresividad hacia el que se dirige, es muy utilizada en la política norteamericana para destacar los aspectos que se consideran esenciales en una nación.

La frase con que se titula esta nota y que incorpora un adjetivo substantivado poco usado entre nosotros, puesto que denota agresividad hacia el que se dirige, es muy utilizada en la política norteamericana para destacar los aspectos que se consideran esenciales en una nación, al punto que fue la que decidió el triunfo de Bill Clinton sobre George H. Bush padre, en la campaña por la presidencia en 1992. 

Se trae a colación solo en cuanto hoy puede ayudarnos a entender la actual circunstancia de confusión y caos que vive el país en la hora presente ante la falta de una adecuada y oportuna dirección económica.

Porque, sin duda alguna, la errónea orientación en este campo en la hora presente es la que viene incidiendo en alto grado en el estancamiento que se percibe en las cifras de desarrollo y crecimiento y en la elevación de las de desigualdad social y diferenciación en el ingreso que se vienen registrando, peores sin duda, que las de otros países latinoamericanos y no mejores que las que por años se han venido evidenciando entre nosotros.

Y la preocupación crece y se incrementa cuando se advierte, cómo el alto gobierno, de cara a los graves disturbios recientemente escenificados en el territorio patrio, titubea, dejando entrever en sus vacilaciones que anda a la deriva en esta materia sin saber cómo va a reorientar el país hacia el crecimiento económico, potenciar productivamente la provincia y el agro y reducir las  inequidades socio-económicas, objetivos que deben conformar una sola prioridad, mientras continúa en su aspiración de pasar a la historia como el presidente de la paz, insistiendo ante sus gobernados en el embeleco de unos impopulares diálogos con los violentos que no evidencian resultado concreto alguno, con lo que confirma lo que de tiempo atrás viene percibiendo el país: la incapacidad del presidente para interpretar y detectar los fenómenos socio-económicos a través de su frívola y centralista visión, es superlativa.

Tanto que ahora pretende sorprendernos con una improvisada, tardía y como tal inapropiada solución: el relevo en su equipo ministerial con la designación de un gabinete, cuando ya su período agoniza, con el acento regional que hubiera sido deseable desde el inicio, en el que brilla nuestro talentoso coterráneo Alfonso Gómez Méndez, traído de emergencia para implementar el referendo y el desarrollo normativo que demandará la justicia transicional para la incorporación de los violentos a la vida institucional -si es que se logra-, así como para convertir la existente, en una justicia oportuna y eficaz, que recupere la credibilidad perdida entre los asociados en virtud de su morosidad y su creciente politización, como lo muestran las recientes encuestas de opinión.

Todo lo cual sucede cuando el clima de tensión de los pasados días en los diferentes sectores aún ni cambia, ni se morigera y muy  por el contrario, se mantiene latente amenazando desbordar la institucionalidad, en situación no presentada en el país desde las antiguas explosiones del pasado siglo, fundadas en los claros motivos políticos que entonces vivió la patria.

Y aun pretende obtener el voto de confianza de la opinión, para su reelección.

Credito
MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME

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