“La viveza”, el mal nacional por excelencia

“Colombianopitecus circense” es una obra de teatro del director Rodrigo Rodríguez recientemente estrenada en el teatro “Ditirambo” en Bogotá que trae a primer plano los diferentes tipos de colombiano que coexisten en el país, dentro de los cuales sobresale aquel que se aprovecha del error ajeno, hace mal uso de la confianza dispensada, o abusa del poder dominante obtenido en el mercado:

El mismo que ya, de manera consciente o inconsciente, ha terminado por convertirse en un ciudadano con comportamiento socialmente aceptable, tanto que entre las cualidades que se destacan hoy en una persona, se incluye “la viveza” como una de las principales.

Entendiendo ésta como el arte de sacar ventaja en las situaciones que le brinda la vida al “vivo”, sin recato, reserva moral, o sentimiento de culpa alguna por el daño que le pueda causar al semejante.

Y así, esta suerte de personajes va por nuestra vida “tomando ventaja” de los que “dan papaya”, o sea de sus opuestos, los trabajadores y honestos, enriqueciéndose injustamente en medio de la admiración de quienes no ven en estas conductas nada de censurable y si un ejemplo digno de imitar.

Realidad que ya ha hecho metástasis en todas las capas de la sociedad, trastocando los valores y alterando de manera tan negativa las costumbres, que casi se puede llegar a decir que estamos inmersos en una “nueva cultura” en la que también resulta aceptable y hasta “lícito” el uso indebido de los bienes comunitarios o la utilización en provecho propio de los recursos del erario público o el conocido como “CVY” (¿como voy yo?) de los funcionarios del Estado, que ya hace parte del folclor patrio.

Llegándose a elegir o designar gobernantes, legisladores, funcionarios y hasta dirigentes cívicos sin que sus “vivezas” del pasado, sus ilegítimas actividades o sus nexos con criminales o gentes fuera de la ley afecten su imagen, o en las más de las veces pensando que estos son comportamientos merecedores del respaldo y reconocimiento generales, máxime cuando aquellos pueden llegar a dispensar favores o contratos con cargo al erario, como sucedió en el pasado reciente con la elección en Bogotá de Samuel Moreno como alcalde, o la reiterada elección de Santofimio y muchos de sus secuaces entre nosotros, o de Samper a la Presidencia de Colombia, entre muchos otros ejemplos.

Porque es claro que la opinión debería, no solo extrañarse, sino sentirse agraviada, censurar, denunciar, pero sobretodo formar cauda y causa comunes contra tan reprochables conductas que a todos afecta y daña, de una manera integral y como fruto de la convicción que “la viveza”, la corrupción y el fraude a la ley deben combatirse, provengan de donde provinieren y realícelos quien los realice. Sin subjetivas discriminaciones en su valoración.

Y difundir el mensaje ético en la radio y la televisión, en escuelas, colegios y centros de educación superior y por doquier, buscando erradicar de una vez por todas la llamada “ley de la papaya” convertida hoy en la apología de la viveza y la ilegalidad, al aberrante punto que hasta el Presidente Santos la invoca en sus recientes alocuciones al país.

Persiguiendo que se le dé el más eficaz de los reproches: “el social”, que se expresa en el señalamiento y la calificación que la comunidad debe hacer del “vivo”, y su discriminación y aislamiento para ocupar posiciones de dirección, comando y manejo.

Puede que no sea la totalidad de lo que se requiere contra la inmoralidad, pero como enseño Lao-Tsé, “un viaje de mil millas comienza con el primer paso”.

Credito
MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME

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