Detrás del diálogo viene la trampa

La falta de claridad que ha sido la principal característica del actual mandatario y el elemento tipificante de este gobierno, nos genera temor de cara a lo que pueda incidir en las conversaciones que durante 13 largos meses se han venido realizando, que no adelantando, con la farc en Cuba.

Llevando a la opinión a sospechar justificadamente de que estamos ante en un nuevo “diálogo-trampa”, diseñado por los violentos para “reencaucharse” y “lavar imagen” ante el mundo, para continuar con su perverso accionar con renovados bríos.

Porque no debe olvidarse que esta organización criminal anunció las conversaciones en un momento de real debilitamiento militar y sobre todo de opinion, ya que sus torvos procedimientos de guerra informal, la habían llevado a alcanzar el unánime rechazo del pueblo colombiano.

Llegaron al diálogo porque se asfixiaban y advirtieron en este encuentro con un presidente titubeante, un respiro, que bien aprovechado habría de serles útil para recuperarse y tratar de reconstruirse militarmente y, de paso, servirse de él, como en efecto lo han hecho, para obtener la opción de reponer el perdido “estatus de beligerancia” que una vez tuvieron.

Sin duda alguna, jugaron a ganarse el pasaporte a la revivificación política y la notoriedad y lo que es más grave aún, a una legitimación como interlocutores del Estado que habían malogrado casi que totalmente desde la pasada “trampa del Caguán” que tanto daño les hizo.

Y tuvieron éxito porque Santos incurrió en un craso error de cálculo, al pensar que si conversaba con ellos, comenzarían a atemperar su criminal accionar, haciendo mas difícil la reedición de sus acciones violentas y de lesa humanidad del pasado, y de ahí a la paz no habría sino un paso.

Pero nada de eso ha sucedido y la organización terrorista continúa impertérrita su vandálica actividad, con iguales o peores rasgos de crueldad y sevicia, mientras se oyen voces de miembros de la institucionalidad y la dirigencia política que bogan por minimizarla y piden anticipadamente su perdón e indulto.

Continúan matando, renovando armamento, reclutando menores, traficando drogas, explotando minas, secuestrando, despojando de tierras a los campesinos y “vacunando”, después de haber reconstruido su mermada operatividad., ¿Todo esto porqué y como para qué, si realmente están pensando en la paz y en deponer las armas próximamente?

Y entre tanto la brecha política, a causa del diálogo, se está agrandando, ya que el veredicto democrático está trasladando esta situación a lo comicios que se avecinan, viendo que la paz está siendo utilizada como un señuelo para que el electorado se desplace significativamente hacia la postura reeleccionista.

De manera que lo que efectivamente estamos viendo, es que al paso de los días los terroristas mejoran su posición, mientras la situación política del país sufre un correlativo desmedro, no propiamente casual.

En política el punto de encuentro debe ser el reconocimiento de la realidad. Y en la realidad que se advierte en La Habana, la paz no pasa de ser una ilusión con propósitos electoreros para el Gobierno y estratégicos para la subversión.

Hay que insistir en el rechazo colectivo y en la desconceptualización del terrorismo, pues las FARC logran estar menos aisladas y asfixiadas que antes. Hay que recuperar el clima en el que estos vándalos se sintieron tan repudiados como para pedir el diálogo para recomponerse.

Por eso resultan ridículos los discursos que hablan de la irreversibilidad del proceso.

¿Cuál proceso: el del fin de la guerra o el de revitalización de la FARC?

Credito
MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME

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