Murió el “sabio de la ética”

Manuel José Álvarez Didyme

La periodista Natalia Ramírez compite junto con dos reporteros de diario El País y Vanguardia Liberal en la categoría Mejor entrevista.

Un humanista convertido en oficiante del viejo “oficio de perseguir la verdad para divulgarla”, Javier Darío Restrepo falleció a los 87 años de edad, no “en olor de santidad” como alguna vez lo deseó después de ser ordenado en Cartagena de Indias por nuestro “paisano por adopción”, Monseñor Rubén Isaza Restrepo, y luego de ejercer el sacerdocio por diecisiete años, sino en “olor de chiva o noticia fresca”, como su condición de periodista a plenitud se lo impuso, tras 56 años de desempeñar la tarea sin pausa alguna, al punto de ganar con ella el premio Gabriel García Márquez en la categoría de la excelencia.

Por su consagración al tema, alguien lo llamó “el sabio de la ética” luego de enterarse que en su “consultorio ético”, que vino atendiendo virtualmente casi desde su génesis y que en el próximo 2020 hubiera cumplido un cuarto de siglo en la Fundación creada por “Gabo”, el nobel y su amigo, “para un nuevo periodismo Iberoamericano”, había respondido cerca de 2.000 preguntas sobre el tema, con la solvencia propia de un maestro, como que lo era, dueño de una condición reflexiva y sensible.

Misma que le permitió publicar durante su prolífica vida, una treintena de libros sobre la ética en el oficio, entre los que se destacan “Ética para periodistas”, -escrito en colaboración con la también periodista, María Teresa Herrán-, “Cartas de guerra” -con el que ganó un premio CPB de periodismo-, “Testigo de Seis Guerras” -que le mereció “el Premio Planeta Germán Arciniegas”- y “La Revolución de las Sotanas”, hasta rematar con el que tituló como “La Constelación Ética”, entre varios otros, a más de dos novelas y una pluralidad de ensayos.

Es de destacar que la primera de sus dos novelas, la escribió a sus 72 años, como una reflexión sobre la ética, bajo el título, “Edad de Sangre”, para lo cual recurrió a la figura de un condenado a muerte que en la agonía de las 18 horas de espera que antecedieron a su fusilamiento, fue reconstruyendo mentalmente las muchas guerras vividas por esta Colombia violenta y sin paz, desde la ya lejana de “los mil días”, hasta las del presente.

Sin contar las muchas publicaciones que dirigió en su no corta y prolífica vida, con el mismo noble propósito, tal como la revista “Signo”, que editó años atrás, aquí en Ibagué, contando para ello con el beneplácito y la colaboración de su “ángel guardián” de toda la vida, el arzobispo Isaza Restrepo, que a la sazón fungía como obispo de esta capital.

Escritas todas con el claro propósito de poner en evidencia, la generalización y trivialización del uso de la violencia como medio de insensibilización frente al dolor ajeno

Toda una vida dedicada a tratar de demostrar que los colombianos tenemos más motivos para el afecto que para el odio, constituido al efecto en el tenaz predicador de la ética y la paz que lleven a que en este suelo enraícen la serenidad y el sosiego.

Lo cual resulta suficiente para garantizarle a Javier Darío Restrepo un lugar de privilegio dentro de la antología de las cifras ilustres de Colombia, de aquellas que hoy tanta falta nos están haciendo.

¡Descanse en paz!

REDACCIÓN SOCIALES

Comentarios