Tiempos de paz, tiempos de amor

.

Ante el arribo a las festividades de Navidad y nuevo año, los colombianos, al igual que muchos de los millones de habitantes que pueblan este planeta lo hacen, nos valemos de todos los medios posibles de comunicación, bien tradicionales o bien modernos, para hacer circular toda suerte de afectuosos mensajes de “Amor y Paz” y en el marco de voces de esperanza y cánticos de reconciliación sustituimos cualquier expresión externa de violencia o agresión por estrechos abrazos y conmovedores propósitos de enmienda.

Todo ello primorosamente ornado por luminosos árboles de navidad, o artesanales réplicas del pesebre de Belén fortunosamente ya sin musgo, o regordetes “santa claus” en medio de exóticos parajes cubiertos de nieve a bordo de trineos tirados por renos.

Y en las calles y centros comerciales, todos: pobres, menos pobres, ricos, más ricos, hombres y mujeres, grandes o chicos, en actitud sonriente y de manera generosa intercambian amables expresiones con todo aquel que se cruza en su camino, conocido o no, frente a lo cual, cualquier desprevenido visitante espectador, debe pensar que de la faz de este convulso país desaparecieron como por encanto y por fin el dolor, la corrupción, el odio y la violencia.

Como si por un mes entero se estuviera utilizando la utilería de una comedia para ocultar la cotidiana tragedia que sin solución de continuidad discurre en esta Colombia inmortal.

Lo cual se puede desvelar sin mayor esfuerzo, si se mira de manera detallada y cuidadosa, descubriendo bajo el engañoso ropaje de los besos, los cálidos saludos, las sonrisas, las luces y regalos, todas las formas de agresión y de delitos que merecidamente nos han llevado a ganar el título de uno de los países más violentos y corruptos del globo terráqueo.

Así que fechas como ésta, que para el resto de la humanidad constituyen un verdadero sinónimo de armonía y comprensión, a más de las expresiones de afecto al semejante, debemos hacerlas propicias para demandar de los actores de la corrupción y la barbarie, con fuerte acento, un inmediato cese en el abuso y desfalco de los bienes públicos, y un alto en la práctica de la guerra, el narcotráfico, y el terrorismo con sus secuelas de muerte, destrucción, miseria, angustia y llanto.

Menos barullo, música, pólvora y libaciones y más respeto, honradez, tolerancia, comprensión y amor sincero, es lo que requerimos a ver si en un cercano futuro podremos llegar a tener una navidad realmente Feliz.

Credito
MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME - DOME

Comentarios