¡Basta ya a la corruptora “Mermelada”!

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¿Quien dijo que la democracia habilita a cualquiera a desempeñar los más altos rangos en la dirección de sus partidos políticos, -sobre todo en aquellos de tradición-, sin que su formación ética, sus antecedentes personales y su límpido proceder cuente, y que la carencia de estos puede suplantarse por el reparto a tutiplén de pasajes u otras dádivas o promesas remuneratorias?

Cálculo mal hecho por una dirigencia que sigue aspirando a la continuidad pensando y actuando acorde con la distorsión de los valores que ha operado en Colombia como fruto perverso del Frente Nacional de los años 60’s de la pasada centuria que arrasó con las ideologías y del “boom” del dinero mal habido que permeó a casi todas las regiones corrompiendo su “clase política”, atrayendo a ella a todo aquel que tenga billete o que aspirando a tenerlo, garantice el grupo más numeroso de sufragantes, sin que se le someta a un riguroso examen, su pasado o sus calidades.

De la cual son claro ejemplo el grupo que encabezan el gamonal Ómar Yepes, espurio heredero de los grandes de Caldas, Fernando Londoño y Londoño, Silvio Villegas o el Mariscal Alzate Avendaño, que junto al anacrónico Roberto Gerlein y fungiendo de indiscutidos líderes en la mesa del directorio en la Convención Nacional del Conservatismo, expresaron su deseo de adherir a la aspiración reeleccionista de Santos, poniendo con ello en evidencia que desecharon su acervo doctrinal, que no conciben acción política alguna que no esté aderezada por lo que vergonzosamente la picaresca nacional ha bautizado como “la mermelada”.

Que no significa cosa distinta al abuso del presupuesto y la nómina oficiales en beneficio personal y que temen desligarse de la llamada “Mesa de Unidad” pues sin ella se sienten carentes del soporte indispensable que no les brinda su precaria entidad y su falta de merecimientos.

Pretensión que fortunosamente tropezó con la general repulsa seguida de su fulminante destitución por el grueso de la convención, que hastiada de la menguada grandeza de tan ilegítima jerarquía carente de decoro y dignidad actuó en consonancia con la clara visión que tiene de los graves momentos que afronta hoy nuestra democracia y la irresponsable frivolidad con la que se está conduciendo, repartiendo a manos llenas prebendas y canonjías.

Ese, ¡ basta ya!, con el que la convención azul le dio una lección a la clase política enquistada en su partido, es una clara expresión de la democracia directa que institucionalizada por el constituyente del 91 en el primero de los artículos de la Carta, comienza a hacer eclosión en sustitución del anacrónico concepto de democracia representativa que rigió entre nosotros durante los 105 años de regencia de la añosa del 86, revocándole el mandato a aquellos que, cual parásitos, pretenden seguir nutriéndose de las graciosas ventajas que por tanto tiempo les brindó la caduca institucionalidad.

Credito
MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME - DOME

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