A ponderar el voto

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Quienes aún no hemos olvidado la cercana historia, tenemos claro que la Constitución que reemplazó a la de 1886 fue votada copiosamente por el pueblo colombiano, con el evidente deseo de alcanzar con ella -por encima de cualquier otro objetivo-, el saneamiento moral del Congreso y la depuración de la llamada clase política tradicional.

Cansados de abusos e indelicados procederes, los electores concurrieron entonces a las urnas a testimoniar su hastío con quienes hicieron del presupuesto un idóneo medio para financiar su permanencia política, y de la nómina el coto de caza de sus clientelas.

Con prebendas y privilegios sin cuento, y con regímenes laboral y de salud de excepción y opíparas dietas, erigieron para su exclusivo disfrute entonces, un verdadero “edén”, afrentoso para una población con muchas de sus necesidades vitales insatisfechas.

Y se apoyó masivamente la nueva Carta, conocida desde entonces como “la del 91”, que, una vez promulgada y entrando en vigencia, generó desbordado optimismo y crecidas expectativas.

Pero hoy, cuando han transcurrido más de dos décadas desde entonces, vemos que las cosas “cambiaron para seguir igual”, pues el grueso de senadores y representantes cuyo rechazo se expresaba colectivamente, si bien salieron de la institución premiados con abultadas jubilaciones, fueron reemplazados por sus parientes cercanos o validos suyos con similares procederes e idénticas inclinaciones: usando su capacidad legislativa, para festinar en personal provecho los recursos colectivos y la “mermelada” que copiosamente les reparte el Ejecutivo para obtener su irrestricto apoyo político.

Basta observar los salarios que reciben, a sideral distancia del mínimo legal con el que se remunera la mayoría del país; asistencia en salud que en mucho difiere de la que recibe el resto de los colombianos; pasajes aéreos, gastos de viaje y gabelas a tutiplén, con los que se han autoprivilegiado con cargo al erario, claro está: un verdadero derroche del gasto público, para el que poco importa si hay cómo y con qué, y si los “beneficiados” verdaderamente se lo merecen.

Si llegan a cumplir a cabalidad con su tarea legiferante o, por el contrario, son de aquellos que solamente concurren a su curul unas pocas horas por unos pocos días en donde permanecen silentes, o de los que en connivencia con intereses “non santos”, acaban por deshonrar y mancillar su investidura.

Ante lo cual y de cara a la próxima jornada de comicios, debe formarse cauda y causa común para evitar que los autores de reprochables procederes, lleguen o retornen a Cámara y Senado, votando con la convicción de que la corrupción, el abuso y el fraude a la justicia, deben erradicarse, provengan de donde provinieren y realícelos quien los realice.

Credito
MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME - DOME

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