¡Que viene el lobo! (1)

Manuel José Álvarez Didyme

Esopo fue un gran fabulista que la historia ubica allá por los siglos VII y VI a. de C., nacido en Grecia y de una inmensa popularidad que terminó por convertirlo en personaje legendario y de recurrente evocación, al punto que hoy se hace difícil, precisar algún dato en su biografía.

No obstante, su origen griego sí se torna inequívoco, en cuanto en alusiones literarias de la antigüedad helénica figura citado por Heródoto, Aristófanes, Aristóteles y Platón, el último de los cuales llegó a afirmar que Sócrates lo conoció tanto, que llegó a aprender de memoria sus apólogos.

Sin embargo, hasta sobre el sitio exacto de su nacimiento en aquella península, hay dudas, pues se ha ubicado en distintos lugares, según la fuente que lo cita, tales como Sardes, Samos, Mesambria en Tracia y Cotidea en Frigia, pese a lo cual todos coinciden sí, al decir que fue un esclavo liberto, que luego pasó a servir al rey Creso de Lidia.

Gracias a que sus fábulas fueron compiladas, lograron sobrevivir la llamada Augustana, obra fechada según algunos en el Siglo I u otros en el V, y las otras dos que la complementaron llamadas la Vindobonense, del Siglo VI y la Accursiana, al parecer del siglo IX.

Entre sus fábulas más evocadas, sobresale la del “Pastorcito Mentiroso”, citada frecuentemente de manera errónea como “el cuento de Pedro y el lobo”, por referencia al cuento musical homónimo de Sergéi Prokófiev, de cuyo texto extrajimos la archiconocida frase que preside este artículo, convertida en advertencia clara de amenazas carentes de fundamento cierto, invocada hoy por doquier.

Es parte integral de la historia de un joven pastor que mientras cuidaba su rebaño de ovejas en las cercanías de un pequeño poblado, se le ocurre jugarle una broma a los vecinos del lugar, gritando a todo pulmón que había avistado un lobo y que por tanto sus ovejas corrían el inminente riesgo de ser devoradas, cosa que preocupó tanto a los lugareños, que se dispusieron a ayudarle al necesitado cuidador a conjurar el peligro, pero al ir a verificar el sitio en donde aquel decía que había visto al peligroso lobo, solo se encontraron con el joven alarmista muerto de la risa. Repetido el evento una vez más en idénticas circunstancias, los vecinos, movidos por su solidaridad, fueron en su auxilio, retornando enfadados con el alarmista por su reiterada mentira.

Pasados unos días, el lobo sí apareció realmente y de improviso, y el pastor volvió a acudir con sus gritos a invocar la ayuda de los vecinos, solo que esta vez ninguno atendió el llamado, imaginando con razón, que se trataba de otra broma como las anteriores y decidieron no acudir en la ayuda del pastor, finalizando el cuento con que el lobo se comió unas cuantas ovejas y se llevó el resto para su cubil, sin que nadie acudiera a defenderlas. En otras versiones más dramáticas de la misma historia, el lobo se come todas las ovejas e incluso devora hasta al propio pastor.

Una obra cuyo valor de enseñanza y de significación, es la pérdida de la confianza y la credibilidad de las personas, debido al mal uso de la información y la mentira, lo cual puede llegar a conducir a la desprotección y al desamparo de quien realmente requiere asistencia o ayuda, cuando en otro momento esté precisado de ellas, todo lo cual se condensa en la moraleja, que debemos recordar siempre en tiempos electorales:

“Nadie debe creerle a un mentiroso, ni siquiera cuando dice la verdad”.

Si no, basta recordar lo acaecido en Venezuela, Nicaragua, Cuba, etc., etc., sin dejar de pensar en esta Colombia inmarcesible, en el actual momento electoral.

1. “El lobo con piel de oveja”. Fábulas de Esopo, con moraleja y cuentos infantiles para niños.

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