A votar por una verdadera solución al desempleo

Manuel José Álvarez Didyme

De cara ya a las campañas para la elección de las autoridades locales (fundamentalmente gobernadores y alcaldes), ha aparecido ocupando prioritario sitial en la agenda del numeroso grupo de aspirantes, el tema de la tasa de desempleo que ubica a esta capital en privilegiado lugar en el país, convertido en el argumento retórico ideal para tratar de dar explicación a todos y cada uno de los problemas sociales y económicos que nos aquejan.

Como si éste fenómeno fuera una causa y no una consecuencia de nuestras falencias y debilidades como grupo social y de la dirigencia que nos ha gobernado en los tiempos recientes.

Pues al así invocarlo, se desconoce que la reducida generación de puestos formales de trabajo, deriva fundamentalmente de la ausencia de una tasa de ahorro e inversión en la región y de que la poca que se da, no se ha convertido en desenvolvimiento productivo local, pues ésta se orienta a través de un sistema financiero que va a alimentar otras regiones, gracias a que nuestras abulia e inacción han impedido generar las condiciones propicias para atraer recursos de fuera que la suplan, como serían unos servicios públicos eficientes y de bajo costo, una mano de obra bien calificada, estímulos tributarios reales a la inversión, educación de calidad y una buena oferta de recreación y salud, entre muchas otras.

Y es que definitivamente seguimos como en el pasado, abordando los problemas de forma deshilvanada y esbozando frente a ellos improvisadas propuestas de solución, lejos de aplicarnos a estudiar sus causas, de una manera científica y estructurada para ver de impactarlos y resolverlos, pero de verdad, verdad.

No obstante haber superado desde hace ya varios años la insustancial retórica del caudillo que por décadas mantuvo obnubilada la región con su fatuo verbo, pues pronto olvidamos la lección que aquella nos dejó y continuamos con idénticos comportamientos y actitudes, desgastándonos al realizar dispersos esfuerzos de parroquia que hasta hoy nada nos dejan, distinto a pobreza, atraso, frustración y obviamente desempleo.

Porque lejos de empezar a construir de manera colectiva un tejido social sólido, apenas liberados de aquellos personajes, continuamos prohijando a otros que en su corrupción, mediocridad y/o torpeza, nos han conducido a una inexorable crisis económica y moral.

El clientelismo sigue vigente y rampante como en el mejor momento de aquel oscuro pasado, pues muchos de los actores de entonces aún conservan su añoso protagonismo y los nuevos, -hijos, ahijados o émulos de aquellos-, siguen su huella, y poco se hace para trascender tan brumoso escenario.

Y no le buscamos a la región, una vocación que nos conduzca de forma efectiva a vencer la pobreza y la carencia de empleo que nos afectan, sin darle cabida a la desesperanza y al derrotismo y que convoque a aplicarnos todos a una a adelantar las acciones necesarias para hacerla exitosa.

La experiencia histórica nos ha demostrado que las sociedades que han querido, han vencido el pesimismo: los Estados Unidos después de la gran crisis de los años 30, o Vietnam o la China de hoy constituyen elocuente ejemplo de ello, al igual que el grupo de países del lejano oriente, conocido como “los Dragones”, como lo evidencian sus recientes cifras.

¿Que estamos esperando?

Es la salida, y estamos en tiempo para hacerlo; los candidatos que quieran liderarlo y tengan las calidades para lograrlo, son los que podrían aspirar a contar con un respaldo masivo, pues los restantes estarían en contravía de tal propósito.

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