¿Qué pasó con Ibagué y el Tolima como centro logístico y comercial?

Manuel José Álvarez Didyme

¿Otra gran idea que murió por “falta de continuidad y ritmo?

Apenas si han pasado menos de tres años desde aquel mes de agosto de 2016 en el que un medio radial de la ciudad que aún existe y locuta, mediante la invocación de la memoria del economista y político conservador, Juan Mario Laserna Jaramillo, convocó a una amplia gama de tolimenses de las más diversas disciplinas y procedencias para que, junto a las autoridades de la región y desde esa visión plural, se examinara en un foro deliberante, la posibilidad de conjugar esfuerzos y talentos, para hacer de Ibagué y el Tolima, disque “el Centro Logístico y comercial más importante del país”. El tema propuesto para que se aportaran toda suerte de ideas acerca de ese común propósito, fue “la idea fuerza” extractada de la “Visión Tolima 2025”, de “…proyectar a Ibagué y al departamento, dada su posición geográfica privilegiada, como potencias logísticas y comerciales”, el cual generó un amplio cúmulo de expectativas positivas, en tanto en cuanto se mostró como una opción altamente realizable y de gran valía local para su desenvolvimiento, en momentos en que la ciudad y el departamento se encontraban, como continúan encontrándose, “desconcertados”, con una de las mayores cifras de desempleo en lo nacional y sin definir vocación cierta alguna, diversa a “la musical”, que de antaño le señalara un supuesto “conde” francés que se extravió ocasionalmente en estos parajes, vocación que tampoco se ha explotado debidamente y que se ha ido difuminando en el tiempo en la medida que a estos lares vienen arribando flujos migratorios, conformados por individuos de las más diversas formación y procedencia, carentes de talento musical, mientras los nativos, artísticamente calificados emigran hacia otras latitudes en procura de mejores condiciones de vida.

Los foristas de entonces, encabezados por el codirector del Banco de la República Carlos Gustavo Cano Sanz quien fungió como “coordinador” (escaso hace tiempo en la región), secundado por Enrique Castañeda, director de logística de la empresa cementera Cemex; Javier Díaz, presidente de la Asociación Nacional de Exportadores; Ezequiel Romero representante de la Concesionaria San Rafael constructora de las autopistas de doble calzada; Alfredo Bocanegra Varón entonces director de la Aeronáutica Civil y el secretario de Hacienda Municipal, Juan Vicente Espinosa, que asistió ante la ausencia (¿?) del Alcalde titular, acogieron la idea de manera entusiasta, dada la factibilidad que se le advirtió a la perspectiva de desarrollar en la región todo un sistema de administración logística y de cadena de suministros necesarios (compras, producción, almacenaje, embalaje, transporte, mantenimiento, actividades de transformación y distribución), sin tener que ir para ello hasta Bogotá desde Buenaventura, para verse obligados luego a regresar a cumplir con el proceso de distribución de mercaderías en los diversos centros de consumo.

Como es fácil de ver, tal lógica reside en que ello daría origen a un eficiente y rentable enlace, entre el más grande centro de producción y demanda del país, y el obligado punto de ingreso y salida de mercancías, alejados hasta hoy por el tiempo y la distancia, aprovechando al efecto las ventajas comparativas y competitivas que les brindan a la ciudad y al departamento su privilegiada ubicación geográfica, como punto intermedio en el paso del occidente al centro del país, la misma razón que llevó en su momento a Juan Mario Laserna, a construir, como un primer movimiento en tal sentido, una gran área de bodegas en predios de la Inspección de Buenos Aires, subutilizada actualmente.

Para ello, los participantes denunciaron al unísono, la necesidad de resolver con urgencia los factores limitantes del “desarrollo deseado” que requieren ser superados, si de verdad se aspiraba a lograr la implementación de la propuesta, tales como la falta en Ibagué de una buena infraestructura de servicios y de recursos de inversión en suficiencia en el área, a fin de que “todos a una” encabezados por la administración trabajaran en ello. Así como otros indicadores, que deben mirarse con cuidado: la escasa formación de capital regional, la ausencia de industria, la carencia de mano de obra calificada, el reducido desarrollo informático, una energía de mala calidad, la precariedad de los servicios de agua en amplios sectores, la deficiente prestación de servicios de salud o el déficit de cupos y la baja calificación de los establecimientos educativos, concluyendo que todo esto nos sitúa de cara a una realidad adversa que ha debido ser enfrentada ya, de manera integral para ver de superarla con el comprometido esfuerzo del sector público bien regional como local y del sector privado, acordados en una sólida APP.

No obstante, lo hecho hasta hoy por las cabezas del poder político local y las Cámaras de Comercio de la región, no ha sido nada distinto a las tradicionales falta de continuidad y ritmo frente al tema y el secular desinterés frente a lo importante, que nos han conducido al negativo estado de cosas en que nos encontramos, sin tener en cuenta que el departamento y su capital han devenido hoy en el asentamiento de casi un millón de personas, al que no se le está dando eficaz respuesta en sus aspiraciones de empleo, ingreso y calidad de vida.

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