Un diálogo que devino en trampa

Manuel José Álvarez Didyme

La falta de claridad que es la principal característica del ex presidente Santos y el elemento tipificante de sus dos mandatos, generó la desconfianza sobre las conversaciones que durante 13 largos meses se realizaron con la narcoguerrilla de las Farc en Cuba y llevó a la opinión a sospechar justificadamente de que estábamos ante un “diálogo-trampa”, diseñado por los violentos para “reencaucharse” y “lavar imagen” ante el mundo, para continuar con su perverso accionar con renovados bríos, lo cual llevó a que la opinión a través del plebiscito que desconoció el Gobierno, se manifestara mayoritariamente en su contra.

Para entonces no le era desconocido a nadie que esta organización criminal anunció y dio inicio a las conversaciones justo en el momento que atravesaba un real debilitamiento militar y sobretodo de opinión, ya que sus torvos procedimientos de guerra informal y sus estrechos vínculos con el narcotráfico, la habían llevado a alcanzar el unánime rechazo del pueblo colombiano y a perder el escaso respaldo popular que alguna vez pensaron habían alcanzado. Así pues, llegaron al diálogo casi asfixiados gracias a que advirtieron que el encuentro con un ambicioso y titubeante presidente ansioso de lograr un Nobel de paz, como el que en efecto obtuvo, podía darles un respiro, que bien aprovechado habría de serles útil para recuperarse y tratar de reconstruirse militarmente, y de paso servirse de él, como en realidad lo hicieron, logrando de paso la opción de reponer el perdido “estatus de beligerancia” que ya una vez habían tenido.

Sin duda alguna, jugaron a ganarse el pasaporte a la revivificación política y la notoriedad y lo que es más grave aún, a la legitimación como interlocutores del Estado que habían malogrado casi que totalmente desde la anterior “trampa del Caguán”, que tanto daño les hizo.

Y tuvieron éxito porque Santos incurrió en un craso error de cálculo, al pensar, que si conversaba con ellos, comenzarían a atemperar su criminal accionar, haciendo más difícil la reedición de sus acciones violentas y de lesa humanidad del pasado, y “…de ahí a la paz no habría sino un paso”. Pero nada de eso sucedió pues la organización terrorista continuó impertérrita su actividad delictual, con evidentes rasgos de ambición y prepotencia, mientras se desoían las sensatas voces de miembros de la institucionalidad y la dirigencia política que bogaban por mermar las excesivas dádivas y el perdón e indulto que iban siendo otorgados a tutiplén.

No entregaron todo su armamento, escondieron su riqueza; continuaron el tráfico de drogas y la explotación de la minería ilegal, y prosiguió la “vacuna” a los campesinos, todo esto al amparo de la paz y una vez reconstruida su mermada operatividad.

Debido a esto, la brecha política se agrandó y trasladada a los comicios que se avecinan, les hizo ver a los facinerosos el estruendoso fracaso electoral que se les venía encima, mostrándoles que la paz utilizada como un señuelo para que el electorado se desplazara en su favor, no les funcionó. De manera que lo que efectivamente quedó evidente, fue que, la paz no pasó de ser una ilusión con un claro propósito de beneficio personal para Santos y estratégico para la subversión.

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