Agua, más agua

Manuel José Álvarez Didyme

Como es de general conocimiento por haberlo aprehendido en los primeros años de asistencia a las bancas escolares o al menos aprendido por propia experiencia, el agua es el principal componente del cuerpo humano y factor de supervivencia del género humano, al punto que el hombre no puede estar sin beberla por más de cinco o seis días, sin poner en riesgo su vida. Y es que el ser humano que al nacer tiene un 75 % de agua en el cuerpo, que se torna en el 60 % en la edad adulta, lleva esta aproximadamente en un 60 % al interior de las células, mientras la restante, circula como parte integral de la sangre e irriga los tejidos.

Este elemental conocimiento, es corroborado por la historia universal de la humanidad cuando nos muestra que todo poblamiento, siempre se ha dado en las proximidades de un río o de una fuente común de abastecimiento de agua, desde donde se transporta por un sistema de irrigación en forma de flujo continuo hasta los más distantes puntos de consumo, tornándose su requerimiento cada vez más exigente, en la medida que la población se incrementa y el grupo humano crece hasta alcanzar la categoría de auténtica ciudad, debiendo en consecuencia ir perfeccionando sus sistemas de captación y conducción con el fin de aproximarla de la manera más racional posible hasta el punto en donde arraigó la comunidad. Y su necesidad y demanda siguen en aumento y se acentúan, al punto que la World Resources Institute (WRI) estima que uno de cada cinco países en vías de desarrollo en el mundo, tendrá problemas graves de escasez de agua antes que transcurra la próxima década, o sea antes del año 2030, ya bastante cercano por cierto. E igualmente, en estudios realizados por ese mismo instituto, se nos muestra que el agua existente en el planeta es usada en la agricultura en un 70%; en tareas de refrigeración, transporte y como solvente de una gran variedad de sustancias químicas en la industria, en una media del 20%, y apenas sí el 10% restante, en el consumo doméstico.

Así las cosas, mal podríamos seguir pensándole un futuro viable a nuestra Ibagué, ante la escasez de tan vital líquido, sin la agricultura circundante y con imposibilidad de generar industria; o siquiera garantizarle su permanencia en el tiempo como albergue del actual grupo humano que en ella habita, sin agua, lo cual está tornando, el manejo y la preservación de su recurso hídrico, en la mayor prioridad y en la superlativa razón de sobrevivencia para esta capital, cualquiera que sea el destino al que se aspire darle a ella. De esta manera, el programa de gobierno local de cualquier candidato a alcalde que en vísperas electorales no incorpore este elemento y lo garantice con racionales propuestas de solución, no es, no podría tener la aceptación de los eventuales electores, debiéndosele dar, en consecuencia, su total rechazo y la marginación a dicho aspirante, máxime si aquel ya ha pasado por la empresa encargada del manejo del acueducto local, y dejado su impronta de ineptitud y malversado los fondos destinados para ello, sin haber hecho nada para solucionarlo efectivamente.

Así que ya puestos de cara al tema, nos corresponde a todos participar en su orientación, ¡ pero ya !, si es que queremos que Ibagué no perezca, dado que hasta hoy la desidia y el desinterés general han sido la constante tanto de los munícipes de la ciudad, como de sus gobernantes.

¡De esa magnitud es el problema!

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