Elijamos al “mejor”: Elijamos a Leonidas López

Manuel José Álvarez Didyme

Discurridas ya más de las dos terceras partes del año y en vísperas del arribo del día de la elección del nuevo Alcalde para Ibagué, el 27 de octubre, se puede aseverar que ya están develadas las apetencias y suficientemente conocidas las capacidades de los varios ciudadanos que desean suceder a Guillermo Alfonso al frente de los destinos administrativos de esta capital.

Y es que son nueve los aspirantes que están en la palestra, confesos todos de sus burocráticas aspiraciones, pero la mayor parte ellos sin la experiencia ni el conocimiento suficientes del cargo, sus funciones y carentes de programas con soluciones eficaces frente a las obligaciones y perspectivas del mismo, al punto que han tenido que recurrir al plagio de programas de candidatos a alcaldías, exóticos a nuestra región.

Porque no pueden bastar, -como alguna vez lo dije en anterior escrito en este diario y hoy lo reitero-, los deseos de llegar al primer cargo municipal, por nobles que sean los propósitos que los inspiren, pues de ninguna manera resultan suficientes para satisfacer a una comunidad ávida de reales realizaciones y requerida de óptimos orientadores de la gestión pública, para moverla a votar por ellos y entregarles las riendas de su futura suerte.

Y es que ya mucho se ha repetido: la ciudad demanda en su actual complejidad, un gerente del nivel de Leonidas López, honesto y preparado, desvinculado de camarillas y capaz de concitar el esfuerzo de la universidad, los gremios y las asociaciones comunitarias para ver de solucionar definitivamente el saneamiento financiero requerido con tanto esfuerzo y dificultad, después de las funestas gestiones que lo han antecedido; prudente en el gasto y consciente de la necesidad de priorizar las inversiones, con claro acento social, que se aplique, antes que nada, a deshacer los entuertos iniciados debido al estilo pendenciero y conflictivo del actual burgomaestre, y a buscarle resolución pronta a los problemas que nos acucian, fundamentalmente en materias de empleo, ingreso, consecución de recursos y generación de ahorro, y en los temas vial y de transporte colectivo, habitacional y de saneamiento ambiental, educativo y de salud, y frente a la necesidad de complementación y mejoramiento de los precarizados servicios, entre muchos otros.

Máxime cuando la ciudad de hoy difiere grandemente, tanto cuantitativa como cualitativamente, de la villa de hace unos pocos años, superando cualquier intento de planificación que se haya intentado hasta hoy, requiriendo en forma exponencial recursos de toda índole, pero sobre todo los indispensables para paliar la grave amenaza de un mayor deterioro de su precario tejido urbano, pues con las manidas fórmulas de antaño y la permanente improvisación, no podremos sino obtener más de lo mismo y seguirnos retrasando frente al desarrollo nacional.

El electorado muy poco visualiza cuando los pretendientes a Alcalde, no solo en Ibagué sino en casi todo el país, carecen de la necesaria claridad sobre la complejidad del cargo que aspiran a desempeñar, en cuanto jefes de policía y responsables directos de la preservación y la defensa de la ecología y los recursos renovables en su respectiva jurisdicción, y de lo que a indigentes, niños, ancianos, industrialización, empleo, transporte, recreación, energía, comunicación, sistematización, aeropuerto, servicios, justicia, salud, vivienda, educación, transporte masivo, preservación del espacio público, entre muchísimos otros temas respecta, siendo esto de gravedad extrema.

Y piensa que no es preciso que los candidatos conozcan sus obligaciones, mostrándose indiferente frente a ello, porque la organización centralizada del Estado que rigió por décadas en Colombia y que aún persiste, acostumbró a los munícipes a esperar del “nivel central”, la respuesta a todas sus inquietudes y la solución a todas sus carencias, mediante agotadoras jornadas de “cabildeo o lobby político”, ante toda suerte de funcionarios menores, mandos medios o arrogantes burócratas mayores.

Hasta llegar al aberrante estado de hoy, que la mayoría de los alcaldes, una vez elegidos, encomiendan el futuro medio ambiental de su localidad a las Corporaciones Autónomas Regionales; la de la niñez abandonada, al "Bienestar Familiar"; la del deporte local, al "Instituto de la Juventud y el Deporte"; la de la Justicia, la salud y la educación, a los Ministerios del ramo, y así indefinidamente, sin detenerse a estudiar cual es el verdadero estado de su jurisdicción en cada una de estas áreas y si funciona o no para sus habitantes, pues creen que ello no es de su competencia, es decir "nada que ver", para utilizar una frase, hoy muy común en nuestro medio.

Con el obvio desmedro de los niveles de bienestar comunitario y de la calidad de vida del hombre de la calle y acentuando las inequidades y diferencias sociales, que son las que en últimas conducen a la pérdida del sosiego común.

Ahí está el reto para el elector ibaguereño: estudiarle a cada aspirante su real competencia y conocimientos; su plan de acción, es decir sus “formulas” o sus soluciones, y luego de ello “…votar por el mejor”, …por Leonidas López, sin duda.

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