Algunas reflexiones de cara al próximo año

Manuel José Álvarez Didyme

No hace muchos años, Ibagué era una pequeña ciudad en la que se podía vivir, si bien con carencias, de un modo apacible y sin sobresaltos.

Quienes hicimos de ella asiento para nuestras familias y lugar en donde podría discurrir la parte fundamental de nuestras vidas, creímos que eran más las ventajas que ofrecía, al compararla con muchas otras capitales, que sus desventajas.

Para entonces su población apenas si bordeaba el medio millón de habitantes, sus servicios públicos, aunque defectuosos no eran del todo malos, al igual que las instituciones encargadas de la educación y la salud.

Esas falencias eran suplidas en exceso, por su grato clima y el trato que a uno le dispensaba una gente amable y cordial, en un entorno que, frente al desgreño de hoy, no vacilo en calificar como “mejor”, no obstante que por la época, el Tolima aún no terminaba de salir de un extremo estado de violencia, similar al que hoy padecen otras regiones del país, como el Cauca.

No obstante la ciudad fue entrando en un paulatino deterioro físico, social pero sobretodo político de la mano de un desbocado caudillo y su cuadrilla, frente a los cuales sus habitantes no reaccionamos en oportunidad, hasta llegar al desorden, la mediocridad y hasta el caos que hoy presenta, digno de reseñarse en cualquier antología de lo insólito.

Con pobreza, creciente desempleo, sus estrechas y deterioradas calles y sus reducidas avenidas, cada vez más y más intervenidas por taches e inútiles ciclorutas, generando desviaciones, demoras y trancones sin fin, y sin que nadie diga nada, porque todos callamos, aún aquellos que padecemos las consecuencias de todo aquello.

Y ni qué decir del anárquico desorden de su tráfico de hoy, donde cada quién se comporta como le viene en gana, sin que nadie eduque, controle o reprima, en donde brilla la estulticia de las autoridades de tránsito frente al comportamiento de los conductores de buses, carros y sobretodo de motos, carretas y ciclistas, que transitan por andenes, pasos peatonales o en contravía, violando semáforos y agrediendo al inerme ciudadano de a pie, todo en presencia de un cuerpo de policía que prefiere la comodidad del “dejar hacer”.

Similar a lo que sucede con la explosión de vendedores ambulantes, mendigos, raponeros y prostitutas, de los cuales se saturó la ciudad y que tratamos de explicarlos por la recesión económica de la hora presente, olvidando que el verdadero responsable de todo ello es el clima permisivo reinante y la orientación política de la administración municipal que culmina por la “falla del servicio”.

No obstante no nos podemos resignar a vivir en lamentación perpetua, porque la vida tiene que continuar, pero en una mejor y por supuesto, más amable ciudad, para lo cual hay que decidirse a afrontar las dificultades ya, con suficientes ganas y con una clara voluntad política, sin aguardar a “una segunda oportunidad sobre la tierra”.

Decididos y eficaces actos de gobierno que generen disciplina social y orden, es lo que deberá realizar de entrada la nobel administración que presidirá el Alcalde Hurtado.

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