Debates sin lustre

Manuel José Álvarez Didyme

Hasta no hace mucho, la función primordial de los medios de comunicación era la de servir de hilo conductor o medio de contacto por excelencia para darle a conocer las ejecutorias y el pensamiento de los protagonistas del diario acontecer al ciudadano raso que a título de lector, escucha o televidente procuraba informarse, para tratar de entender, -así fuese de forma limitada-, la compleja realidad de su ciudad, de su país y/o del mundo.
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No obstante ese cotidiano ejercicio, por manes del vértigo comunicativo que hoy se vive y que viene reemplazando de forma acelerada al viejo vínculo mediante las llamadas “redes sociales” y su abundosa “información de intencionado sesgo” o “desinformación”, devino en dispendiosa tarea, tanto que alguien lo bautizó, de acertada manera y de forma tan descriptiva, como “ese incoherente batiburrillo noticioso”.

Y ha ido creciendo hasta alcanzar tal magnitud, al punto de cercenarle a los gobernantes de corte democrático el espacio comunicativo que tradicionalmente tuvieron con sus gobernados, y obviamente, mermado con ello, la credibilidad e influencia de aquellos en la atención del ciudadano raso, llegando a que la opinión, convertida en desprotegido “rebaño” o “indefensa masa”, haya quedado a merced de todo aquel que quiera imponer su concepto de realidad; incluso a los émulos, adversarios o contradictores políticos de los mandatarios, que buscan transformar dicho espacio en “un campo minado” que dificulte y a veces impida avanzar.

Y así se van insertando y ganando en trascendencia al interior de la opinión generalizada y por ende de la agenda informativa, temas tan frívolos o de poca monta, como la “cantinflesca fuga” de la ex senadora Merlano y su posterior captura en Venezuela con oferta de extradición incluida, que terminó en el intento de una prosaica negociación de asilo a cambio de callar unas explosivas y mendaces declaraciones que podrían permear la confrontación del ígnaro dictador vecino, con el Presidente Duque.

O la “macondiana” confrontación en que terminó convertida la entrevista de la periodista Victoria Eugenia Dávila, más conocida como Vicky Dávila, con el Consejero de Comunicaciones de la Presidencia Hassan Nassar, en la cual, sin orientación hacia lo fundamental que sin duda era: “hasta dónde puede ir la discrecionalidad de un primer mandatario en el uso del avión presidencial”, se llegó hasta ultrapasar la barrera de la decencia y la ética, por cuenta de la pequeña comunicadora, hoy “venida a más por virtud de la liberalidad de los medios”, al punto de desbordarse en prosaicos epítetos propios de “los bajos fondos” hacia su entrevistado, cuando éste, al parecer, evocó alguna circunstancia vivida por ella que develó parte de su pasado actuar, con lo cual puso en evidencia, cuánta falta le está haciendo a este país, para desarmar los espíritus y atemperar la violencia.

Definitivamente: ¡solo hay que vivir para ver!

MANUEL JOSÉ ALVAREZ DIDYME-DÔME

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