Contra la destrucción del país: ¡a marchar!
La principal debilidad de nuestra democracia radica en la falta de consolidación de una conciencia colectiva y en la flaqueza de la memoria de una desarticulada población que se conmueve hasta los tuétanos, se mece el cabello y gime ante los últimos acontecimientos conocidos, pero retorna a su cotidianidad a los pocos minutos, dejando hundido en el olvido aquello que la perturbó inmensamente, tal como si no hubiese sucedido.