¿Y él túnel para qué?

Andrés Forero

Parafraseando al expresidente chaparraluno quien acuñó la frase “el poder para qué”, tantas veces citada en escenarios de la vida política nacional, la apertura del túnel Darío Echandía o Túnel de La Línea, esperado por décadas ha afincado las esperanzas en el futuro.
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Muchos visualizan allí la apertura de posibilidades para sectores de la economía hasta ahora mal trechos por los efectos colaterales de la pandemia y para otros, como el de la logística, que podrían emerger con mayores resultados.

Uno de ellos, con potencialidad particular es, sin duda, la industria del turismo.

Sin embargo, recientemente, la controversia ha corrido por cuenta de la propuesta del gobernador, Ricardo Orozco quien sugiere adherir al Eje Cafetero, mientras la apuesta del sector gremial va por consolidar el camino recorrido junto a la región central.

Esto último tiene todo sentido. Pues es con departamentos como Cundinamarca y el mismo Distrito Capital con quienes finalmente se han trazado estrategias que han permitido en tiempos de pandemia abrir canales efectivos de comercialización a los productos del sector campesino e incluso se han suscrito alianzas en defensa de zonas como el páramo de Sumapaz donde confluyen intereses comunes.

Por demás está decir que en ambos escenarios el gobernador Orozco se ha visto presente a la hora de la foto y el acto protocolario.

Pero más allá de la coherencia que no es virtud de nuestros gobernantes de turno, habría que preguntarse si hermanos departamentos como Quindío tendrían un interés real en que el Tolima haga parte de su bloque regional donde también participan Caldas y Risaralda.

En especial, después de la deslucida imagen proyectada por nuestras autoridades e instituciones en el acto de inauguración de la megaobra que, no por casualidad, lleva el nombre de uno de los más ilustres tolimenses.

Y es que el protagonismo de la jornada, sin duda, resultó ser de los vecinos de occidente, quienes durante la transmisión televisada no ahorraron esfuerzos en publicitar su marca región, exponiendo lo más auténtico y representativo de su cultura y tradición: Quindío Corazón de Colombia.

De este lado del mítico Alto de La Línea, en cambio, con la misma frialdad característica de las cumbres andinas no hubo mayores esfuerzos por exaltar la identidad regional, ni siquiera el himno del departamento que fue proyectado en un artesanal video elaborado a retazos, con fotografías que más parecían un trabajo de colegiales que un producto audiovisual con las calidades que la ocasión ameritaba.

Si esa hubiera sido la prueba para decidir la inclusión del Tolima a la región cafetera, habríamos reprobado.

El singular episodio más allá de motivar la desesperada búsqueda de responsables y justificaciones públicas, alerta sobre una realidad: ahora más que nunca es necesario fortalecer todas las apuestas comunicativas y de promoción de las enormes bondades de nuestro Departamento, que no son pocas.

Una tarea que debe ir acompañada de la necesaria inversión estatal en infraestructura que facilite la transitabilidad hacia municipios y zonas rurales, donde emprendedores y empresarios del turismo trabajan decididamente, inversión que eleve la competitividad del sector y la calidad del servicio. No es suficiente con pretender encajar a la sombra de quienes lo hacen bien para obtener ventaja, es menester hacerlo mucho mejor que ellos.

Así pues, el debate sobre quedarse en la región central como una manifestación de lealtad o adherir al Eje Cafetero con visión ambiciosa u oportunista resulta irrelevante. Aquí o allá, sino se afinan las políticas públicas para el turismo, la promoción, el servicio y el marketing de región, en el Tolima irremediablemente nos quedaremos como espectadores, admirando la majestuosidad de las obras viales, disfrutándolas en el paseo de fin de semana en moto o bicicleta, mientras los turistas e inversionistas pasan por un lado y con ellos escapan las oportunidades por las que esperamos más de 50 años y para las que debimos haber estado suficientemente preparados y seguros, si es que en definitiva esa es una de nuestras vocaciones productivas.

Así que ahora es cuando para volver a la pregunta inicial. ¿Y él túnel para qué? 

ANDRÉS FORERO

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