¿Confesión o inocencia?

Andrés Forero

El alcalde Andrés Fabián Hurtado se salió con la suya. Consiguió a través de las más impensables maniobras dilatorias burlar la justicia hasta consumir el último suspiro de los términos prescriptivos del delito de peculado, el único tipo penal que le representaba preocupación en el proceso que cursa en su contra por los denominados piques ilegales en la pista del aeropuerto Perales.
PUBLICIDAD

Hay que abonar al ingeniero Hurtado su enorme capacidad creativa y su habilidad como cazatalentos en el inframundo de la abogacía. 

Su defensa siempre dignamente representada por expertos leguleyos, solicitando aplazamientos, recusando a la Fiscal, el Juez, interponiendo apelaciones ante el Tribunal y la Corte o en otros casos dilatando los interrogatorios, sin la más mínima demostración de lealtad ante el estrado y las partes intervinientes, así lo demuestran. 

Las últimas salidas del procesado y de la defensa son dignas de un Oscar de la academia. 

Un abogado renunciante escudado en supuestas denuncias, un Alcalde victimizado a quien nadie le quería aceptar el proceso por su mediatización desbordada y la llegada a última hora de un relevo solicitando 20 días para estudiar el expediente sin ruborizarse, merecerían las estatuillas en todas las categorías. 

Con seguridad el juicio al Alcalde Hurtado, se convierte en un insumo de lujo para las facultades de jurisprudencia. 

No precisamente como referente del deber ser a la luz del derecho penal sino como la antítesis de la ética profesional y la moralidad pública, bajo el amparo de una mejor llamada Comisión de Indisciplina Judicial con magistrados actuando más por determinación política que en aplicación estricta de la ley. 

Pero la victoria de Hurtado por W y no por talento, no es completa. Su última oportunidad para merecer el respeto de la ciudadanía, para tan siquiera poderla mirar a los ojos sin vergüenza estaba en la cacareada insinuación de uno de sus defensores por la renuncia a la prescripción. 

Aunque esa opción viniera  recomendada desde los tribunales celestiales es claro que nunca estará sobre la mesa. 

Y es justamente ahí donde llega la derrota porque aunque airoso en los estrados, en la conciencia pública y la memoria colectiva, la prescripción de la acción penal con su venia termina siendo en sí misma una admisión de culpa.

No se puede posar con inocencia frente a la prensa, hablar de convencimiento frente al correcto proceder y al mismo tiempo echar mano de las estrategias de los más avezados criminales de cuello blanco y comportarse como ellos. 

Es absolutamente vergonzoso el final de esta historia no por la absolución en sí misma de un hecho que fácilmente, en derecho, se habría podido probar no constituyó delito, más sí una falta disciplinaria grave, sino por la dignidad que representa quien ocupa el banquillo de los acusados, que le obliga irrenunciablemente a actuar con grandeza y ser un ejemplo para la ciudadanía

Tras el desgaste del aparato judicial el proceso continuará para determinar la responsabilidad o no de Hurtado en la destrucción del material probatoria que lo incriminaba, un delito quizá menor en términos de sanciones, pero no menos grave, que sigue haciéndole sombras a un político reincidente ad portas de una nueva imputación por el mismo delito.

 

ANDRÉS FORERO

Comentarios