Mejor de oro que de lodo

Andrés Forero

No han sido pocas las críticas que con implacable artillería han llovido durante los últimos días en contra del concejal de oposición Rubén Darío Correa. 
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Los medios pagos, instrumentalizados por la administración municipal pusieron los reflectores sobre la filtración de audios en los que supuestamente se incita a la desobediencia civil de los habitantes de la comuna 5 y a una resistencia “injustificada” a las obras del intercambiador vial de la calle 60.

Al cabildante se le recrimina estar en contra del desarrollo de la ciudad, lo que algunos de sus compañeros de curul calificaron en redes sociales incluso como  canalla. 

Y aunque naturalmente pueda existir una intencionalidad política detrás de este discurso son las circunstancias las que acaban por darle la razón al incómodo Correa. 

Al hombre de las obras, como se autoproclamaba Andrés Hurtado en su campaña a la Alcaldía, los asuntos de infraestructura de la ciudad le quedaron grandes y se le convirtieron en un rosario de desaciertos. 

Resolver la heredada maraña de los escenarios deportivos no pasa de las buenas intenciones. 

El coliseo del parque deportivo avanza a paso lento, las piscinas olímpicas de la 42 se empantanan en anuncios contractuales y lo único logrado por esta administración hasta ahora es la puesta en funcionamiento del coliseo de boxeo al que después de muchas largas se le inauguró, cosa que justificaba reclamar la victoria con una marcación desproporcionada del espacio fijando en letras mayúsculas el eslogan del gobierno que vibra. 

Sin menos discreción se anunció el inicio de las obras de la calle 103 que se fueron quedando sin personal, maquinaria y colgadas en su cronogramas hasta que la comunidad, inconforme, decidió salir a bloquear vías para exigir el cumplimiento de los plazos a los contratistas. 

Ni qué decir del bulevar de la carrera Quinta, una ambiciosa iniciativa objeto de control político desde el Concejo de la ciudad que ha enfrentado considerables prórrogas en las fechas de entrega de estudios y diseños, sin que todavía se sepa a ciencia cierta cuándo arrancará su ejecución. 

Y como si no fuera suficiente se comprometieron vía endeudamiento otros 27 mil millones de los 60 mil aprobados en el cabildo local para la denominada Operación Centenario cuyos claros y oscuros los ibaguereños que terminarán pagándolo todavía no conocen. 

A la suma de infortunios se suman las sedes de las instituciones educativas demolidas afanosamente para dar paso a modernos megacolegios que tampoco han sido concluidos y por los que ni el fondo de infraestructura educativa del Ministerio de Educación da certezas. 

Si el metaverso de redenders del alcalde Hurtado estuviera resultando, Ibagué debería verse como una pequeña Dubai, pero la realidad es contraria. 

Creer que en el año que le queda a su administración veremos el inicio de trabajos para construir el intercambiador vial de la calle 60 al que le anexaron deprimidos y otras arandelas es francamente improbable. 

En cambio sí constituye un motivo de preocupación e incertidumbre para comerciantes, vecinos, propietarios y usuarios de la vía que prefieren lidiar en el hoy con los atascos viales de las horas pico antes que ver en el mañana la milla de oro de Ibagué convertida en la milla de lodo. 

Agradecemos la buena fe del ingeniero Hurtado, pero apresurar una iniciativa de semejante envergadura con el sol a espaldas puede ser el epílogo de otra herencia macabra para la ciudad, otro agujero negro en el que se termine perdiendo el erario de esta capital ya de por sí raquítico y descompensado. 

A estas alturas emprender esa gesta no sólo es irresponsable sino que acaba por confirmar el  característico y azaroso estilo de esta administración donde predomina la improvisación y la ausencia de Planeación.

 

ANDRÉS FORERO

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