Respeto y convivencia

Agustín Angarita Lezama

Hace días me encontré un amigo que va en camino de ser predicador de los Testigos de Jehová. Se dedicó a estudiar la biblia y, detrás de unas corbatas pedidas a conocidos como donación, comparte sus conocimientos religiosos con otros asistentes a reuniones de culto. Al preguntar qué hacía me dijo que lo primero era contar la verdad sobre la biblia. Que otras religiones solo enseñaban mentiras, llenándolesla cabeza de falsedades a los fieles. Es decir, ellos son los que entienden las escrituras y poseen la verdad.

En otra ocasión compartí con un amigo, que, entre otras cosas, es hincha del Deportes Tolima. Al poner el tema del fútbol, el ambiente se puso tenso. Su equipo es el mejor del mundo. Los encuentros que pierde se deben a que los árbitros le roban partidos o las mafias arreglan los resultados. No valieron comentarios sobre Cristiano Ronaldo, Messi, Robben, o sus equipos. La única verdad era la de mi amigo y la de su Deportes Tolima.

Otro día me abordó un profesional ibaguereño a ponerme el tema del Centro Democrático. No tardó en explicarme las lúcidas disertaciones de su preclaro jefe, el doctor Álvaro Uribe, y la validez y claridad de todas sus propuestas. Según él, de la boca del timonel de ese movimiento no afloraban sino verdades y todas incontrovertibles.

Esto lo traigo a colación pensado en la matanza de los periodistas de la revista Charlie Hebdo en París, que ha desatado gran solidaridad y ha puesto en el centro del debate las libertades de culto, prensa, pensamiento y expresión. El gran delito de los caricaturistas fue pensar diferente de algunos extremistas creyentes del Corán…

El problema en todos estos casos es arrogarse el derecho a tener la verdad. Si una persona cree que tiene un camino expedito para llegar a la verdad y hacerla patrimonio propio, ella puede pensar que todos los demás están sumidos en el error y la mentira, que son descarriados individuos, que su destino es traerlos a buen sendero, hacerlos caer en cuenta de sus fallas y reivindicarlos. O, en caso extremo, castigarlos por su porfía. Debe pensar que la verdad siempre triunfa sobre el mal…

Si desde chicos nos inculcaran que no hay solo una verdad, que ella es relativa, que hay muchas verdades válidas y respetables, creceríamos en el respeto, en la seguridad que se tiene un punto de vista que no es único, universal y verdadero, sino falible, cambiable y temporal. Está bien que la gente crea y profese su religión. Pero que aprenda a respetar a los que creen y profesan otras. Está bien que crean en su partido político y sus jefes, pero que no los conviertan en los Mesías que viven en la verdad. La política la ejercen los humanos y ellos se equivocan, fallan y se dejan llevar por las pasiones. Igual ocurre con los gustos deportivos y la vida en general. Solo enseñando desde niños y hasta siempre, respeto por los demás, dignidad y no violencia, empezamos a prevenir masacres, odios, venganzas, violencias y a convivir en solidaridad y en paz.

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