Gobiernos locales y posconflicto

Agustín Angarita Lezama

Tema recurrente en los medios y en los corrillos políticos es el posconflicto. Muchos argumentan que no estamos preparados y que lo peor vendrá una vez se firmen los acuerdos de paz. También se dice que la paz debe tener un fuerte componente regional, pues es a las regiones, específicamente a sus ciudades, donde llegarán por cantidades los desmovilizados de la guerra.

Los mandatarios locales, preocupados, dicen que para contrarrestar la violencia necesitarán de muchos recursos de la Nación. Eso es verdad, pero no sólo es dinero. Se necesita entender para corregir que el estado, con los gobiernos locales a la cabeza, es responsable de buena parte de la violencia que azota este país.

La violencia que todos vemos y escuchamos al inicio de los noticieros, es la violencia directa o física, que tiene un actor que la comete y a quien culpar. Es la que se expresa en golpes, heridas, humillaciones, violaciones, homicidios, torturas... Un gobierno eficiente combate este tipo de violencia liderando con la Policía procesos para combatir el microtráfico (flagelo generador de múltiples actos de violencia e inseguridad). Escuchando a la ciudadanía que sabe donde están las “ollas” y donde se expenden alucinógenos. Ordenando que sus funcionarios trabajen en equipo para a través del deporte, la cultura y la recreación se ocupe el tiempo libre de los jóvenes. Evitando la deserción escolar, masificando el ingreso gratuito a instituciones de educación superior. Controlando la venta al menudeo de estupefacientes a la entrada de las instituciones educativas.

La violencia también es estructural o indirecta o sin actor. No es fácilmente visible, pero sí muy generalizada. Tiene que ver con la manera como está organizada la sociedad que excluye, niega derechos y oportunidades. Un gobierno preocupado por el posconflicto, debe trabajar para depurar el sisbén para que llegue a los que verdaderamente lo necesiten. Garantizar el ingreso, la permanencia, la promoción y la calidad de la educación en todos sus niveles. Exigiendo eficiencia en el servicio a las EPS. Promoviendo la consolidación de los lazos de amistad y respeto en la sociedad que fortalecen el tejido social. Asegurando que la vivienda de interés social llegue a los desfavorecidos y vulnerables.

La violencia simbólica o cultural también es invisible, pero está muy arraigada. Tiene que ver con ciudadanos que no respetan las normas de tránsito; con educación no pertinente; con la no supervisión a medios de comunicación que desinforman e instan a la violencia, a la angustia, la desesperanza y al odio. Un gobierno convencido de su responsabilidad vigila que las motos y licencias de conducir se entreguen a personas que conozcan y acaten las reglas de tránsito; que sus funcionarios atiendan con humanidad, celeridad y diligencia a los usuarios; que la cultura ciudadana sea un proceso serio, bien estructurado y de largo aliento, no una mera bolsa de dinero para entregar contratos anodinos y sin ningún impacto.

La corrupción y el clientelismo son fuente de violencia y exclusión. Es claro que un gobierno local puede hacer mucho para aportar en el posconflicto a reducir la violencia.

@agustinangarita

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