Reforma laboral sí, pero no de cualquier manera

Miguel Ángel Barreto

La generación de empleo se ha convertido en la mayor preocupación de los países en todo el orbe. No es para menos, Estados Unidos y China están inmersos en una guerra comercial de tipo arancelario para dirimir una supremacía económica en términos productivos y competitivos, que tiene como bastiones en esta batalla a sus poderosas e influyentes empresas.

El Reino Unido no es la excepción, con el Brexit quedó al descubierto que quienes votaron a favor de la salida de la Comunidad Económica Europea, en su mayoría, son precisamente los habitantes marginales que requieren un mercado laboral más incluyente, pues Londres y las grandes ciudades concentran el capital y la inversión. Problemas similares subsisten en países como Francia, España e Italia.

Pero, como decían nuestros abuelos “si por allá llueve, por aquí no escampa”. Precisamente, esta semana se volvió a agitar el tema de desocupación en Colombia. El Dane publicó que la tasa llegó al 10.8% en agosto con un crecimiento sostenido de 17 meses y un cálculo de 2,6 millones de personas sin ocupación.

En un reciente artículo de El Tiempo quedó al descubierto que por cada puesto de trabajo generado hay otra persona que no consigue un empleo. El periodo analizado dice que hasta agosto se generaron 467 mil plazas laborales, hubo 915 mil colombianos en búsqueda de un puesto y 271 mil plazas fueron eliminadas. El desequilibrio es total. La demanda laboral crece en una proporción mucho mayor a la oferta. En Ibagué, por ejemplo, es evidente la existencia de una población flotante entre 35 mil y 40 mil personas que no consiguen un puesto de trabajo.

En medio de todo, Fenalco, gremio más interesado en fortalecer el estatus quo de los importadores, esgrimió la posibilidad de flexibilizar los procesos de contratación, es decir pagar por horas trabajadas. Igualmente se propone eliminar horas extras, nocturnas, dominicales y la creación de un salario mínimo para lo urbano y otro rural. Como uno no puede dudar de las ‘buenas intenciones’ de los gremios, mucho menos después de lo acontecido con el sector confecciones, esta iniciativa, si bien hay que discutirla, a todas luces podría generar un ‘boom’ cortoplacista en el mercado laboral, que a mediano plazo ampliaría la brecha laboral y desmejoraría las condiciones prestacionales de los actuales trabajadores. El país no está para ensayos tontos a estas alturas. Si bien el gobierno planea presentar la reforma laboral para marzo de 2020, entonces hagamos la tarea bien hecha.

El problema es estructural: No hay nuevas empresas, industrias o inversión suficientes en el país para mejorar la oferta laboral. Se le está apostando solamente al comercio y los servicios, que son muy importantes, pero no a las manufacturas y se ataca la producción local con normas regresivas. No hay políticas que estimulen las pequeñas, medianas y grandes industrias. La carga impositiva y prestacional es muy alta. Muchos de los nuevos contratos laborales son intermitentes, la gente trabaja 1 año, a lo sumo 2, y quedan desempleados otro tiempo, ¿a qué horas cotizan pensión?, su afiliación al sistema de salud no es permanente y se ven abocados a la informalidad para subsistir. La inversión pública es insuficiente y los departamentos siguen atados a la centralización.

El Gobierno propone que los mandatarios regionales presenten más proyectos por regalías, pero los trámites son engorrosos y demorados. Otros aspectos negativos son: El sistema financiero sigue teniendo unos márgenes de usura altos y el crédito para crear empresa es limitado. A las nuevas generaciones poco les interesa el sector agropecuario. La academia va por un lado y el sector privado por otro. Regiones no tienen claridad aún sobre sus apuestas productivas.

Por su puesto que el país requiere una reforma laboral, pero no de cualquier manera, especialmente una que no que golpee la demanda agregada, sino que la estimule, que ojalá no termine en un proyecto del Gobierno avalado por los intereses gremiales de siempre. Me parece sano y justo convocar a los nuevos gobernadores, alcaldes, universidades, asociaciones, sindicatos y expertos, para diseñar, no una ley, sino una propuesta de país en materia de empleo e inversión.

Si las naciones del primer mundo están muy preocupadas con el desempleo, por este lado del mundo no nos podemos hacer los de la vista gorda, ni mucho menos plantear soluciones arribistas y de corto vuelo. Pongamos las cartas sobre la mesa.

Senador

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