Somos tierra que vale la pena, somos vida

Óscar Barreto Quiroga

La amazonía no es brasileña, ni colombiana, ni peruana, ni ecuatoriana, la amazonía es el pulmón de este planeta, hemos interpretado tan erróneamente las tragedias naturales, pero también la regulación y el ordenamiento normativo para la explotación de los recursos naturales, como si nuestra tierra en esa materia, fuera una porción de territorio que le perteneciera a un pueblo, a un gobierno o a una nación; no hemos entendido que en materia ambiental y en su defensa, somos un todo, un cuerpo al que le duele el pinchazo en la punta del pie, o un golpe en la cabeza. La tierra nos está hablando, nos advierte, nos enseña permanentemente y si no aprendemos la lección, nos la repite.

Como gobernador del Tolima, creo que es urgente una legislación universal, que traspase el tiempo y el espacio y evite los conflictos jurídicos a razón de la interpretación de cada nación acerca del cuidado, la regulación y la explotación del medio ambiente, la minería no puede ser una actividad meramente fundada en la práctica del capitalismo salvaje que no tiene piedad, soy un defensor ultranza del agua, nací en una región donde el agua es sagrada, fuente de producción y de vida, he visto desde niño las águilas cuaresmeras llegar y partir como ciclo de esperanza y permanencia vital. En nuestro gobierno hemos implementado varias acciones para cuidar nuestro medio ambiente y nuestro planeta, para generar una conciencia que permanezca en esta y en las nuevas generaciones que nos lleven a ver la tierra, el entorno en el que permanecemos, como el hogar que debemos cuidar con amor y esmero, es así como establecimos –el pago por servicios ambientales, -la política de ordenamiento productivo y social de la propiedad –la política de seguridad alimentaria y –la política de adaptación al cambio climático, todas estas acciones y políticas que acompañadas en nuestro estilo del hacer, tienen y tendrán impactos positivos, que se sumen a las 700 mil hectáreas de bosques naturales que tenemos.

Sufrimos ver como el mundo se incendia ante nuestros ojos, sufrimos ver fauna y vegetación arder por la violencia del fuego, fuego que debiera arder amorosamente en nuestro corazón y en nuestra conciencia, para de manera determinante cuidar nuestro medio ambiente y defenderlo con nuestra vida si es necesario. Hoy no debemos solidarizarnos con Brasil y sus habitantes, debemos solidarizarnos con nosotros mismos, entender que somos un todo, un mismo cuerpo, que hemos recibido una herida en nuestro pulmón, así como también los habitantes europeos, asiáticos, o americanos, reciben heridas con los incendios que vivimos en Melgar, Honda u Ortega.

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