La corrupción

Óscar Barreto Quiroga

Mi amigo Juan Mario Laserna repetía unas palabras, con las cuales quiero iniciar este espacio de encuentro con Ustedes: “Óscar, cuando alguien le hable tanto de honradez y transparencia, cójase los bolsillos, porque muy seguramente viene a robarlo”, también hay un refrán que se parece mucho a lo que decía Juan Mario, “Dime de lo mucho que hablas y te diré, de lo mucho que careces”.

Sicólogos, siquiatras, neurólogos y otros profesionales han denominado este comportamiento, como “formación reactiva” que no es otra cosa que un mecanismo de defensa, que tiene alguien con un deseo instintivo, inconsciente, que rechaza conscientemente. La persona que padece de “formación reactiva” de verdad cree que promover ciertas ideas o valores, poniéndose a sí misma como modelo, es una cruzada real, cuando en el fondo, no es tanto convencer a otros, sino persuadirse a sí mismo que esas son sus ideas y valores, su conducta, es decir, aquel que habla tanto de corrupción o de la lucha contra la corrupción, es porque es ciertamente corrupto, a la luz de los profesionales del psicoanálisis.

Actualmente en nuestro país ha hecho carrera el señalar o acusar a otro de corrupto, un estado de opinión, que transgrede el ordenamiento jurídico colombiano y la estructura propia del estado, esa que existe para regular y castigar cualquier tipo de conducta atentatoria contra la transparencia, la decencia, la honestidad o la honradez. El control social, es absolutamente necesario, deben ejercerlo ciudadanos y líderes, pero este también debe ser en el marco de la ley, de los mecanismos establecidos en el estado social de derecho y del respeto.

Debemos seguir luchando por una sociedad más justa en la conducta hacia los demás, una sociedad que no busque transgredir la norma, menos que dañe al otro a razón de los intereses individuales, no puede ser una sociedad que arrebate al otro su buen nombre, su honra, solo por satisfacer sus ambiciones, de dinero, poder o gloria.

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