Urge innovar la educación

Óscar Barreto Quiroga

Sin duda hay una premisa fundamental acerca de fomentar y garantizar la educación y la preparación de nuestros niños, niñas y jóvenes en todos los niveles, también de adecuar ese sistema educativo a las exigencias de nuestra actual sociedad, hablar de ciencia, tecnología e innovación, cultura ambiental y otros, son temas de trascendental importancia, pero para mi hay un valor mayor, que debe acentuarse con rigurosidad, amor y generosidad, cual es la formación en valores, en el corazón, en fusionar la familia con la escuela, para incentivar todas las dimensiones de la formación humana.

 Necesitamos establecer en el país, en los gobiernos, en las escuelas y colegios una enseñanza que valore el ser humano, porque de nada sirve impartir conocimientos, si no hay la capacidad emocional para ejecutarlos y sostenerlos, necesitamos educar para la vida, para la disciplina, para el orden, para la cívica, para la autoestima, necesitamos formar buenos seres humanos.

Nos han montado el esquema social y tal vez muchos hemos participado en ello, que es más importante el título o estudiar para el examen y obtener buenas calificaciones, que las maestrías y los doctorados son la garantía plena para la vida; los títulos y los grados son un rótulo, pero no son los que ejecutan, no son los que garantizan el éxito, no importa cuánto uno sabe, importa cuánto uno hace. 

Los proyectos Educativos Institucionales (PEI), deben contener además de la educación base, educación emocional y espiritual, una educación que forme en el respeto por la diferencia para así respetar al otro, en la autoestima, en cómo enfrentar dificultades y resolver conflictos, en fomentar la riqueza espiritual no en religiosidad, en resiliencia y en amor, porque, sin todo esto, los títulos solo serán una cartulina para enmarcar y colgar en la pared. 

Estoy de acuerdo con Daniel Goleman que habla de la “inteligencia emocional” y con Daniel Habif, que en la reciente conferencia a la que asistí del presidente Obama en Colombia, sirvió de telonero, en cuanto a que la educación emocional y espiritual combinada con el modelo tradicional, pero adecuado a las exigencias actuales, es la única forma de acabar con la pobreza, la delincuencia, la corrupción, la depresión y tantos problemas sociales que nos aquejan hoy en día. 

Debemos ayudar en ese modelo de educación que propongo, a que los jóvenes definan, más que sus gustos su proyecto de vida, a que avancemos para lograr generar una conciencia entre los formadores y los que debemos formar, para que ese proyecto de vida sea integral, porque los tiempos que se nos vienen serán de una incesante lucha, contra la ignorancia, la mediocridad y la maldad. 

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