Empresarios tolimenses, en un mismo costal

Alberto Bejarano Ávila

Al opinar sobre lo empresarial, el analista económico y político suele ser ambivalente, pues fabula sobre progreso al decir que la nuestra debe ser una región de dueños, pero, igual, todo lo echa en un mismo costal. Al no asociar sus tesis a variables de formación y acumulación de capital propio el teórico de hecho niega que la región de dueños tiene que ser rica (en la izquierda rancia esto es tabú) pues “región pobre” es aquella a la que llegan “los 500 de Forbes” y otros plutócratas a explotar sus riquezas y oportunidades y de ñapa reciben exenciones tributarias y otras gabelas.
 
Por cortesía y porque la globalización es realidad, multinacionales y grandes inversionistas son bienvenidos al Tolima, pero hasta ahí, pues hemos de creer que sólo las empresas regionales y locales (embriones de gran empresa) garantizan posibilidad efectiva de desarrollo, equidad social, empleo estable y vigor fiscal y, para evitar ambigüedades y raseros iguales, autoridades, gremios y consumidores, deben aceptar que solamente si la empresa tolimense progresa de modo sostenido pueden ellos aseverar que el Tolima camina hacia el desarrollo. Ésta es razón y medida que explica porque no deben ponerse en un mismo costal a la empresa foránea y la empresa regional.
 
¿Puede hacerse algo llano y efectivo para apoyar al emprendedor tolimense? Claro que sí (algo ya escribí al respecto). Propongo un pacto que dé sentido y orden al esfuerzo cotidiano y así lograr cohesión social y solidaridad, forjar identidad, valorar lo nuestro, promover la asociación y la cooperación, rescatar credibilidad y confianza, generar empleo digno y afirmar la fe en el futuro.
 
Explico: ciudadanos, entidades públicas, empresas, asociaciones cívicas y grupos de interés común, todos, en diversa medida, compran, contratan, investigan, producen, asesoran, imaginan, agregan valor, diseñan, ahorran, hacen arte. Con talento, iniciativa y trabajo todos luchamos para alcanzar metas personales, pero, he ahí el error, poco o nada nos preocupa el interés colectivo y, por tal desgano, los esfuerzos del día a día quedan huérfanos de una carga moral que nos permita prosperar como sociedad y así, aunque excepcionalmente algunos logran relativa prosperidad, las grandes mayorías se alejan cada vez más de su derecho al buen vivir y nuestra región, maltratada y arruinada, se convierte en proveedora de riquezas para personas extrañas, lejanas y ya opulentas.  

Visto así el asunto y creyendo que por algo debemos empezar, los estamentos regionales, convocados por líderes comprometidos, pactarían, en documento abierto, privilegiar lo regional y local en toda decisión cotidiana para lograr, en lo posible, que los circuitos económicos se cierren entre tolimenses nativos o adoptivos y así avivar el espíritu emprendedor y, por efecto, mejorar la calidad productiva, vigorizar la economía regional, generar empleo digno y acumular capital propio (ojalá democratizado). Para operativizar el pacto es necesario el concurso generoso y progresista de gremios, autoridades, academia, Sena, medios y sociedad civil organizada.

Esta propuesta no es estructural, lo sé, es una idea puntual que podría ser parte del gran proyecto político regional que no surge por lado alguno, pues, salvo cíclicas sandeces electoreras, nada serio se oye respecto al desarrollo. Una lógica básica enseña que quien quiere otra cosa debe hacer otra cosa y de ello, a más de inferir lo ilógico de nuestra realidad, inferiríamos también que sin nuevos paradigmas, ideas y acuerdos, la política y el desarrollo son farsas hipotéticas que no debemos tolerar pasivamente, so pena de que en vez de progresar nos siga yendo “como a los perros en misa” y que holguras ajenas sirvan de mascarón para ocultar la pobreza de los propios.

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