Cuando los electores pagaron los tamales

Alberto Bejarano Ávila

Entre chanza y serio digo que la era de prosperidad de todos los ibaguereños iniciará cuando los electores decidan invitar a los políticos a comer tamal. Invierto la indecente practica electoral con tan gustoso envuelto para argüir que, juzgando por resultados, es innegable que en la vieja política se piensa y se hace todo al revés, un costoso yerro histórico del que deberíamos haber aprendido que obrando de modo opuesto a como hoy lo hacemos, las cosas podrían empezar a cambiar.

Para intentar una reflexión objetiva invito a hacer un ejercicio prospectivo de cara al reto electoral 2015. Pensemos que en octubre 25 se elige un candidato probo y digno como alcalde de Ibagué: él usará bien los pocos recursos, será dialogante e incluyente, no será “rosquero”, no robará. ¡Qué alivio, por fin un buen alcalde! Ahora preguntémonos: en el 2019 y con un buen alcalde ¿Ibagué seguirá igual o en esencia habrá cambiado? Debemos recordar que en días lejanos tuvimos buenos alcaldes sin que Ibagué progresara y la razón del fenómeno estaría en que ellos fueron funcionales más no históricos, es decir no lograron que el anhelo colectivo trascendiera la idea del pavimento o del regalo. Eso que va de lo funcional a lo histórico explica el retroceso del terruño.

La fábula se queda corta si no hay moraleja y, por tal razón, esbozo mi opinión sobre este asunto. Desde una óptica de bonanza económica, calidad de vida real del ibaguereño, ciencia, innovación, cultura, oportunidades, industrialización, competitividad, sostenibilidad ambiental y más variables del auténtico desarrollo, un alcalde digno y probo, apenas calmará el suplicio ciudadano, más nada cambiará si él mismo carece de conciencia histórica, si el referente político sigue siendo centralista y clientelista, si el modelo de desarrollo neoliberal sigue socavando el legítimo interés ibaguereño, si los varones electorales foráneos siguen inmiscuyéndose en nuestros asuntos y si todos nosotros no construimos otra visión común del desarrollo que nos cohesione y nos haga dueños del futuro.

Algunos vemos urgente pensar el desarrollo de otro modo y de ahí la insistencia en temas nodales: vencer la resistencia al cambio, rehacer la noción del desarrollo municipal, remozar moralmente a Ibagué, idear otro orden político municipalista, regionalista y autonómico, asumir soberanía sobre el agua y demás recursos naturales, educar para el desarrollo endógeno, organizar y empoderar a la sociedad civil, fomentar el ahorro y la inversión interna, promover emprendimiento empresarial y asociatividad, acercarnos a nuestros emigrantes, crear comarcas rurales de planeación y gestión apoyar la organización de colonias municipales y otros asuntos a los que poco les “paran bolas”. Craso error es creer que la única sabiduría que debe aceptarse es la que aportan multinacionales y plutócratas nacionales y descreer de la tesis de que el cimiento de un buen modelo económico es una buena construcción social, pues, así creo, el autentico desarrollo social parte de entender que éste es simbiosis de identidad, ética y pragmatismo y que una sociedad concreta como la nuestra debe imaginarlo a su medida, con sus recursos, sus estrategias, sus acuerdos y su propia capacidad de gestión. Lo demás es dependencia o espíritu gregario y eso no le viene bien a Ibagué.

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