Sí al acuerdo para terminar el conflicto, pero...

Alberto Bejarano Ávila

Votaré Sí al acuerdo para terminar el conflicto porque la muerte y la zozobra no pueden seguir siendo “pan de cada día”, porque Colombia merece tener esperanza, porque conviene que aflore un resquicio por donde pueda surgir la democracia auténtica y porque así todos sabríamos cuál es la real casta de la clase dirigente frente al amplio prospecto de posibilidades directas o subsidiarias que surgen del acuerdo y que harían posible rehacer este país de inequidades y exclusiones.

No voto para ungir a quienes han detentado poder político y construido poder económico sobre el atraso y la pobreza. No voto por quienes siempre estuvieron lejanos del pueblo chocoano, de los niños guajiros, del desempleado, del informal, del usuario del sistema de salud, del marginado en pueblos y ciudades, del pequeño empresario, del campesino raso, del desplazado, del habitante de calle, de quien emigró por falta de oportunidades, del joven talentoso.

No voto por quienes han sido aliados incondicionales de oligopolios nacionales, transnacionales, TLC’s, locomotora minera; no voto por endiosados caciques del jurásico que con retórica viscosa y etérea están cooptando el acuerdo para “picar en punta” hacia las elecciones del 2018.

Voto sí para que Colombia exhorte al Comité Nobel Noruego a otorgar el Premio Nobel de Paz a quienes lo merecen: los cientos de miles de colombianos mártires de las estupideces cometidas en más de 60 años y que seguiremos cometiendo si no leemos bien el tiempo histórico. Voto sí para que los culpables de la tragedia histórica del país se sometan a la justicia transicional. Voto sí para hacer posible que el clientelismo y la “reformitis” cosmética no sea el summum de la política. Voto sí para que la política sea gestora de modernidad y no causa de decadencia y desorientación.

En el Tolima este aire de esperanza no puede ser ni fugaz ni ocasión calva para oportunistas, por el contrario, debe ser el momento anhelado para avivar voluntades que susciten profundos cambios en visiones, creencias y prácticas. Ayer sugerimos crear partidos regionalistas y la respuesta fue no se puede; propusimos construir un partido federado y el silencio fue grosero; aludimos a que todo partido tuviera un claro proyecto político para el Tolima y ahí supimos qué es sordera.

Hoy, cuando lo imposible se ve posible, invito a la opinión y al político a rehacer la visión del futuro regional a partir dos supuestos cardinales: uno, convertir al Tolima en región próspera y moderna exige una cultura política enraizada en la convicción de que el nuestro es territorio histórico que debe ser autónomo y capaz de autodeterminar sus caminos; dos, todo cambio histórico fue fruto de duras luchas políticas y no gentilezas del abusador (por ello existen héroes y mártires).

La nueva ética pública que emanaría del acuerdo para zanjar el conflicto enseñaría que el progreso es simbiosis de riqueza económica, alto nivel de vida y equidad social en un contexto de identidad y no el PIB y su bárbaro supuesto neoliberal que estriba en que muchos han de ser los pobres para que hayan pocos ricos. En días de ilusión recordemos que (así suene lírico) la gloria trasciende el dinero, la importancia y la curul. La primera es el fin, los segundos son medios o efectos legítimos.

Comentarios