Alcances de un proyecto político para el Tolima

Alberto Bejarano Ávila

En escrito anterior señalaba que las organizaciones sociales y los gremios deberían exigir a partidos y candidatos que develen su proyecto político para redimir al Tolima del atraso. Ahora opino sobre los alcances de ese proyecto político que, por ética y deber histórico, los aspirantes deben someter al examen público y así abrir un debate constructivo sobre el futuro tolimense y las tareas concretas que aquellos deberían cumplir si son elegidos. Creo imposible construir desarrollo regional solo con pequeñas obras de infraestructura, reformismos, percepciones falsas, megalomanías, politiqueo nimio, “largueza” centralista, asistencialismo, paliativo, inversión externa o tensión izquierda - derecha. Pero además, sin negarle bondad a algunas de estas prácticas, creo que su mezcla transmuta en un “brebaje alucinador” que mantiene a políticos de viejo cuño y también, inexplicablemente, a gente seria e informada, embebidas con el meneo electoral y desentendidos de las ideas, y así es muy berraco, pues de una práctica política descerebrada jamás surgirá el correcto orden conceptual del modelo de futuro que merecen los tolimenses y sí graves consecuencias de decadencia e incertidumbre, como bien lo sabemos y lo hemos padecido todos.

Una sana y ambiciosa lógica progresista a plasmar en proyectos políticos de futuro resulta del acervo moral e intelectual de los dirigentes sociales, políticos y económicos o, de otro manera, de ellos debe esperarse sentido humanista, mirada crítica de la historia, visión de largo plazo, compromiso real con el futuro tolimense, probidad y talento en la gestión que les es confiada y, por ser antivalores regresivos, la sociedad no debería contemporizar y sí rechazar la visión obtusa e inmediatista, el argumento trillado y el carácter egocéntrico.

Si la miopía es pasajera no debemos descreer y por ello ilusiona constatar que, aunque sin brío inductor de cambios, el tolimense, en diálogo casual, corrobora principios cardinales para forjar progreso moderno, inclusivo y pujante. Estos son: fuerza identitaria, conciencia y memoria histórica, autonomía regional, espíritu emprendedor, conocimiento territorial, cohesión social, cultura asociativa, valoración sociopolítica de los recursos naturales y el medio ambiente, tolimensidad como aliento común, democracia económica, democracia política respetuosa del pensamiento diverso, circuitos económicos endógenos ligados a la economía nacional y externa, investigación, ciencia e innovación aplicadas a la región.

En el alma regional subyacen estas y más ideas seminales pero el “brebaje alucinador” no permite que sean el norte de lo político y de ahí que históricamente la teoría económica y los planes de desarrollo hayan sido (y serán) siempre estériles. Un ejemplo para explicarlo: por excelente que sea la receta, sin la exquisita sazón de quien con afecto y esmero cocina para los suyos, el sancocho siempre será insípido. Hay avances conceptuales serios sobre un nuevo modelo de futuro regional y cómo construirlo, pero, mientras el meneo electoral continúe siendo la razón superior de lo político, las ideas alternativas serán ninguneadas y por ende, la democracia seguirá siendo una parodia anacrónica y el progreso una utopía.

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