Macroeconomía, microeconomía y región (2)

Alberto Bejarano Ávila

Veamos tres razones que podrían explicar por qué en la historia, en los emprendimientos ajenos y en nuestros desatinos se incubó la pobre realidad que hoy vivimos y por qué el poder nacional y transnacional, aunque referencia omnipresente, no es modelo a seguir para construir futuro: a) El fracaso en la historia, desde el descubrimiento, la conquista, la colonia, el desarrollo agrario, la modernidad, las guerras y violencias, el frente nacional, el neoliberalismo (“bienvenidos al futuro”) y el actual orden macroeconómico, b) el aborto del proceso de industrialización pos Armero. c) el hecho irrefutable de que la nuestra haya sido y sea región dependiente, socialmente dividida y políticamente decadente y sin peso específico. En estos cantos de sirena hemos creído y he ahí nuestro crónico atraso.

La enseñanza debería instar a concebir un verdadero aparato económico regional desde lo microeconómico (agregado de unidades económicas individuales en perspectiva regional) y un sistema de ahorro que avale procesos de formación y acumulación de capital propio, pues nadie, salvo un ladrón, cree que la prosperidad propia se puede construir con capital ajeno.

Solo regiones con espíritu emprendedor y competitivo aprovechan oportunidades de origen externo y ese espíritu vital, digámoslo coloquialmente, es estado del alma que el Tolima, en vez de rejuvenecer, ha ido perdiendo gradualmente y de allí las pobrezas que padecemos (económica, cultural, política, identitaria) y nuestro aislamiento progresivo, es decir, por no ser región desarrollada somos dependientes y anodinos en la globalización.

Es compresible que muchos dirigentes regionales vean como el único norte del desarrollo tolimense al PIB, la inflación o IPC, la inversión externa, el índice de desempleo, el modelo tributario, la balanza comercial, los commodities, las regalías, los planes asistenciales, los presupuestos de inversión en infraestructura, etc. De hecho, estos conceptos trasmutan en ampulosos discursos de índole economicista que moldean un lenguaje cotidiano casi que dogmático y por ello es difícil que nuestros líderes crean o al menos acepten considerar, que la mentalidad o espíritu emprendedor se construyen desde dimensiones históricas y sociopolíticas y no acatando recetas de desarrollo con sesgados fines, o de otro modo, que los líderes crean sinceramente que otra visión del desarrollo sí es posible.

Digamos, como conclusión, que sensato es descreer del espejismo desarrollista, valorar lo que tenemos: talento, ventajas estratégicas, mercados, recursos naturales, etc., y aceptar que somos los tolimenses los únicos responsables de construir la realidad que queremos y merecemos. Claro, sensato y provechoso también es entender que los anteriores no serán factores de desarrollo mientras subsista la talanquera (apelo al saber popular) de “la vieja mentalidad” que nos constriñe a un vergonzoso círculo vicioso que ya se hace eterno y por ello, con imaginación, ideas, referencias correctas, visión estratégica alternativa y talante humanista, debemos empezar a construir los nuevos derroteros del desarrollo regional.

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