¡Así es la cosa, no hay lugar a engaño!

Alberto Bejarano Ávila

Ni impropio ni irreverente y sí necesario es el asunto que plantearé a la dirigencia tolimense, especialmente a consejos académicos, rectores y profesores universitarios; líderes sociales, culturales y deportivos; dirigentes gremiales; columnistas y formadores de opinión; rectores y docentes de instituciones educativas de nivel medio; congresistas, concejales y diputados; gobernantes, exgobernantes y aspirantes a gobernar; intelectuales; directores de medios y periodistas y a todos quienes tienen intrínseca obligación con el desarrollo regional.

Sé que el planteamiento es simbólico y que no tendrá respuesta, pues no soy vocero oficial de los nobles intereses del Tolima (¿alguien lo es?) y por tanto quien merezca ser escuchado y, por tal razón, quedo satisfecho si la “saco barata” y la cuestión se entiende cabalmente y nadie ve lesionada su dignidad.

La alegórica tesis anunciada abarca 80 años, 40 de historia construida y 40 de historia por construir. Podrían ser más o menos años, pero éste es buen lapso para ejercitar la memoria y la imaginación. Veamos:

Sí el “orden” actual nace de la gestión dirigencial en los pasados 40 años, entonces la gestión que hoy hacen los dirigentes definirá el “orden” de los próximos 40 años y sí “la mentalidad” del hoy es la misma del ayer, la deducción lógica diría que si los tolimenses no abrimos paso a las ideas disruptivas para causar un remezón paradigmático y de ahí una escisión histórica, los próximos 40 años serán copia fiel o peor de lo que hoy ocurre.

Rehuir al cambio de ideas es prohijar la involución histórica, pues de hecho es conformarnos con el destino heredado, negarnos a evolucionar hacia la modernidad y, de paso, legarles a nuestros hijos y nietos el mismo o un más decadente destino. ¡Así es la cosa y no hay lugar a engaños!

En los pasados 40 años los cargos que hoy ocupan nuestros dirigentes fueron ocupados por decenas de líderes no menos aptos y con igual deseo de acertar y el resultado de esa gestión es visible y de ahí que el dirigente actual deba reinventarse, so pena de convertirse en opaco actor del subdesarrollo.

Es más, creo no equivocarme si digo que los dirigentes del ayer (los privados) crearon casi todo cuanto existe, pues hoy la creatividad y el emprendimiento son cosa de excepción, razón de más para entender que la decadencia histórica se volvió círculo vicioso alimentado con levedad conceptual y retórica tonta, remolino del que urge salir.

La conclusión tajante señala que el camino correcto no es el camino que hoy transitamos y de ahí la porfía en que la motricidad del desarrollo, antes que economía, se llama conciencia histórica, espíritu autonómico, identidad, cohesión social, valoración del recurso natural, diversidad de ideas, conocimiento territorial, democracia económica, democracia política, investigación, ciencia e innovación, espíritu emprendedor y más fundamentos constitutivos de una nueva forma de pensar y de gestionar la visión estratégica de futuro tolimense.

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