Encrucijada histórica

Alberto Bejarano Ávila

Que sepa, jamás en la historia colombiana se dio una encrucijada histórica como la que hoy nos reta. Lo sucedido el 27M puso las cosas en su sitio y así el 17J hemos de elegir entre el continuismo neoliberal y autoritario (ya sabemos qué significa) o el inicio del cambio.

Como es obvio, los continuistas se están alineando y sin escrúpulo alguno con el sombrío espectro que por allí ronda, la U, CR, C, “bienvenidos al futuro” y otros caducos comediantes políticos volaron (es casi literal) hacia la caverna, su hábitat natural. Esa es la democracia, y uno solo puede exigirles que jamás vuelvan a usar el verbo cambiar, que en su boca es blasfemia, y que se muestren como realmente son: verdugos de la esperanza y tutores del statu quo.

En esta encrucijada no hay lugar para claroscuros, pues hoy la cuestión es de coherencia y carácter y, al escribir este texto, jueves 31, empiezo a satisfacer mi curiosidad por conocer las decisiones de los doctores (as) Fajardo, Robledo, De La Calle, Sanguino, Mockus, López, avezados líderes que bien sabrán que de cara al 17J tienen que asumir una posición política clara y sin titubeos, pues centrismo, voto en blanco, inquina personal, excusa ideológica u otra razón sacada del cubilete, no excusa inconsistencias y esguinces con lo propugnado en toda su vida, cosa que de suceder sería juzgada de cobardona o “poncio pilatesca”.

De otra parte, vengo leyendo mensajes de WhatsApp que indagan sobre la suerte del Tolima, asociando tal inquietud a la suerte de partidos políticos decadentes y por ello, con profundo respecto meto baza para decir, a quienes esto indagan, que asociar la obsolescencia política al futuro regional es empezar con “saldo en rojo” y pesado lastre e inhibir la lectura correcta del presente que enseña que el Tolima debe reconstruirse con nuevas realidades políticas basadas en un espíritu de unidad y en proyectos políticos regionalistas y lógicamente exenta de taimada intencionalidad politiquero-electoralista.

A muchos jóvenes políticos del Tolima les tengo especial afecto y una fe que a veces flaquea al pensar que ellos pudieran estar engrosando una generación de dirigentes que vive en el pasado creyendo vivir en el presente y además, jactándose de ser futuristas. A estos jóvenes les digo que un arcaico partido es a la política lo que el tren a vapor, el mimeógrafo, el ábaco o el fax a la modernidad. En sus tiempos esos artilugios revolucionaron usos y costumbres, pero hoy son objetos chatarrizables o piezas de modestos museos y de ahí que el auténtico cambio suponga diseñar y construir nuevos, pertinentes y poderosos instrumentos.

Anhelar que un espíritu progresista invada al país es también anhelar que se entienda que el Tolima debe reinventarse, tarea relativamente sencilla porque solo exige sincera voluntad para romper viejos paradigmas de política y desarrollo, creer que otro modelo de región es posible e inquebrantable decisión de conversar y convenir nuevos derroteros para lograrlo.

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