Enfoque bidimensional del desarrollo regional

Alberto Bejarano Ávila

Quien balancea la teoría política sabrá que entre neoliberales y progresistas el concepto de desarrollo diverge por su finalidad, pues (lo abrevio) todos aceptarán que el desarrollo exige capital, pero distan en que unos “adoran” la concentración plutocrática y multinacional del capital y otros creemos que la democracia económica o “capitalismo popular” es un sistema que corrige las desigualdades sociales. De otra parte, la generalizada idea de que la elección presidencial define la suerte de todos los colombianos es craso desenfoque de perspectiva que, sumado a la incultura política y la sagaz manipulación de opinión, azuza el mesianismo e impide ver que el proceso constructivo del auténtico desarrollo se origina en sociedades empoderadas y autogestionarias, como podría serlo la tolimense.

Si estuviésemos de acuerdo en que la elección presidencial, en toda jornada anterior, excitó posiciones encontradas respecto a que tal o cual candidato era el que convenía a Colombia, entonces hoy, a la luz de la historia, podríamos hacer un veredicto sobre si hubo o no algún presidente que realmente le convino al colombiano del común. Al menos para el Tolima el ninguneo presidencial siempre estuvo cantado, pues, sin ser paranoico o ver mucha ficción, creo que detrás del poder visible existe un gran poder que decide para quiénes se gestionan las riquezas del país. Recuerdo ahora este texto del “Club Bildergerg” de Daniel Estulìn: “una camarilla formada por algunos… hombres más ricos, poderosos e influyentes de occidente se reúnen secretamente para planear eventos que después simplemente suceden”.

Admitir que el desarrollo inicia en regiones con identidad, visión colectiva de futuro, visión estratégica, ahorro y acumulación de capital propio y empresariado individual y asociativo, es, de hecho, reconocer como valor estratégico la elección de presidente progresista y por ende gestor de democracia participativa y no un cofrade de las elites económicas y políticas. Solo el progresismo lidera cambios macroeconómicos; descentralización; reforma política, laboral, pensional, de salud, rural; programas sociales y muchos más cambios que avivarían nuestro espíritu emprendedor, cosa diametralmente opuesta a creer que al Tolima vendrá un presidente a hacer las tareas aplazadas que los tolimenses deberíamos realizar.

Tal vez esta reflexión no convenza a quien descree que el desarrollo empieza en la región y cree ciegamente en mandatarios redentores, credo respetable, pero resulta útil para invitar al tolimense no dogmático ni alucinado, a sumarse al enfoque bidimensional del desarrollo y, por tanto, a practicar el precepto de “la unidad en la diversidad”, precepto que se traduce en que estar en orillas opuestas en la lid presidencial no es óbice para estar unidos respecto al futuro regional, pues así no continuaríamos esperando milagros y juntos exigiríamos que la cúpula estatal se incline hacia la descentralización, desde luego obedeciendo el principio de que el tolimense es el único responsable de su destino. Quiero creer que luego del 17J se realizará el gran reencuentro tolimensista para empezar a construir otro futuro.

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