El cooperativismo como estrategia de desarrollo (I)

Alberto Bejarano Ávila

En otro artículo señalé que la economía tolimense debería ser triangular: pública, privada y cooperativa. Las dos primeras obvias y la tercera aun difusa y, como dijera, anodina, hecho que invisibiliza a un sector que podría cambiar el rumbo del Tolima. Humanismo, sujeción a la función social de la riqueza, democracia económica, ocupación y empleo digno, gestión asociativa, avance sostenido, redistribución justa del ingreso, reinversión interna del ahorro y más virtudes propias de regiones desarrolladas, en gran parte se originaron en un ejercicio cooperativo pujante y con aguda visión de futuro, verdades históricas que muestran cómo la cooperación institucionalizada, sin negar lo positivo de las empresas privadas socialmente responsables, concita sinergias, inclusión, equidad social y progreso económico.

En Europa, Norteamérica y algunas ínsulas de América Latina existen ejemplos de cómo el cooperativismo ha sido y es decisivo para lograr el nivel de vida que hoy gozan. Movimiento Reiffeisen en Alemania y países bajos; Cajas Desjardins en Canadá; Crédit Unión en EU; Cajas Agrícolas de Francia; cooperativas industriales, agroindustriales y Cajas Rurales en España; Finlandia (la “isla cooperativa”), 70% de sus habitantes son cooperadores y producen el 74% de alimentos, el 34% de la producción forestal y operan el 34% de los depósitos financieros; cooperativas suecas de vivienda, consumo, carburantes; cooperativas de Brasil representan el 37.2% del PIB rural; el cooperativismo costarricense posee el 8.5% del activo financiero; cooperativas financieras, funerarias, lácteos, son ejemplo de unidad en Colombia. Esta corta reseña instaría a adoptar al cooperativismo como estrategia de desarrollo para el Tolima.

Bien instituido, encauzado e integrado, el sistema cooperativo podría capitanear ingentes realizaciones para lograr el progreso tolimense. Ej. fundar una concatenada plataforma de desarrollo industrial y agroindustrial; crear una eficiente arquitectura crediticio-financiera; instituir un modelo asociativo-empresarial para gestionar turismo, recreación y deporte; ser gestor de la prestación de servicios públicos y privados; unir saberes, capital y equipos para construir obras de infraestructura; fundar genuinas cooperativas de trabajo asociado (CTA) para agrupar a profesionales liberales y expertos en artes y oficios; instituir cooperativas de municipalidades para generar racionalidad, ahorro y eficiencia en la gestión pública; acercar intereses comunes para construir vivienda popular y muchas más posibilidades.

Elevar esta visión a rango de estrategia exige de los no cooperativistas la comprensión justa de qué significa un sistema cooperativo diverso, pujante y moderno en la construcción del futuro regional y, desde luego, exige del cooperativista orgánico y visionario clara voluntad de cambio y, por ende, la conversión de ese carácter conventual o monástico que hoy, “de muros hacia adentro”, muestra un cooperativismo rico en filosofía, principios y virtudes, el mismo cooperativismo que, de “muros hacia afuera”, vemos timorato, “autista” e insensible frente a los endémicos y graves problemas que padecemos los tolimenses. Sigue…

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