El cooperativismo como estrategia de desarrollo (II)

Alberto Bejarano Ávila

Sabemos que el Tolima es región rica en talento, recursos naturales y ventajas estratégicas, pero, debemos reconocerlo, muy pobre en capital social (entendido éste como los lazos que unen a la comunidad) y, de hecho, el sistema cooperativo es la manifestación más relevante, integral y auténtica de capital social, verdad desdibujada por la errónea percepción de que la acción cooperativa es mero paliativo de carencias menores y no sistema socio-económico de sorprendente alcance.

De alguna manera, esta connotación es insuflada desde el interior mismo del cooperativismo, dado que algunos de sus dirigentes consideran que los objetivos del sistema son económicos y no sociales, es decir, confunden los medios con los fines.

Esta errónea apreciación misional no invalida el hondo sentido sociológico de cooperativas legítimas que facilitan la coalición del talento, la voluntad y el esfuerzo (mixtura hoy borrosa por causa del esnobismo modernista y el dominio centralista) para acometer, con visiones y misiones imbuidas de hondo sentido ético, acciones empresariales que en verdad puedan ser eficaz y decisiva solución al quebranto moral, social, económico y ambiental del Tolima.

Desde la lógica de un nuevo modelo de futuro para la región, imaginado desde la solidaridad y los sanos sueños y no desde la torpeza, la poquedad y los prejuicios, le sugerimos al Tolima que adopte al sistema cooperativo como inequívoca oportunidad estratégica.

Desde la óptica del progreso y el bien vivir, la adopción y correcta ejecución de la estrategia de fomento y desarrollo cooperativo para el Tolima llevaría, sin duda, a alcanzar resultados diferenciados, calificados y efectivos, entre un pasado de exiguas realizaciones sociales y un futuro próspero y justo.

Desarrollar y fomentar cooperativismo en todas sus formas exigiría que los entes que integran cooperativas diseñen proyectos socio-económicos basados en la cooperación, que la Gobernación y 47 municipios tolimenses instituyan oficinas de fomento cooperativo y asociativo, que la sociedad civil utilice este modelo solidario para realizar sus proyectos y que la opinión publica anime y proteja este sistema de organización empresarial realmente incluyente. Así construiríamos la auténtica y anhelada región de dueños.

Su filosofía, doctrina, principios e historia, revelan que el fin misional del cooperativismo es construir el imperio de la solidaridad, fin que se aviene justamente con un genuino proyecto de región cuyo objetivo cardinal sea construir un Tolima incluyente y ciertamente próspero y, por ende, cooperativistas visionarios y orgánicos, mandatarios, dirigencia gremial, líderes políticos y opinión pública, deben saber que el cooperativismo legítimo y audaz sólo rivaliza con la miseria y, por ello, puede ser socio eficaz que enlaza el espíritu emprendedor con la responsabilidad social de la riqueza para potenciar las dinámicas económicas.

No es utópico creer que si 128 cooperativas tolimenses (fuente Confecoop) amplían su visión estratégica, digamos que 10 veces más lejos de lo que hoy avizoran, algo asombroso e inédito empezaría a ocurrir en el Tolima. Posibilidades abundan, pero escasea la fe, el diálogo y la audacia.

Comentarios