¡Y el desempleo ahí!

Alberto Bejarano Ávila

Ibagué (pronto cumplirá 468 años) desde siempre y parece que para siempre “conquistó un destacado lugar” en el ranking del desempleo. Con un índice del 13.2%, en agosto aparece como sexta ciudad del país con más desocupación y, si sumáramos el subempleo o rebusque (57%, dicen), podría inferirse que más del 70% de los ibaguereños carece de ingresos dignos.

Por no ser un simple problema coyuntural sino una pandémica enfermedad, tal hecho habla mal de todas las generaciones de líderes sociales, económicos y políticos del Tolima (de ayer y de hoy) que, a estas alturas de la modernidad, ya tendrían que haber ubicado al Tolima, y con él a Ibagué, en un aceptable estadio de desarrollo.

Imagino el tedio y la sensación de girar en un tiovivo de los editores de noticias al tener que narrar cada mes o trimestre y por años y décadas sucesivas, la misma fábula del porcentaje sutilmente pendular del desempleo, que bien pudiera simbolizarse con el “mito de Sísifo”, que Camus enseña como “metáfora del esfuerzo inútil e incesante del hombre, o como idea del hombre absurdo que, con sensibilidad absurda, se muestra perpetuamente consciente de la completa inutilidad de su vida”.

Pienso que ya bastaría de jugar al relato estadístico y el anuncio fugaz e incoherente de soluciones radicales al desempleo y que es momento de imaginar colectivamente la cuestión del desarrollo y empezar seriamente su construcción.

¿Qué hacer? Las respuestas serían variopintas, pero creo que muchos dirán que hacer más de lo mismo. Estos muchos y quienes en verdad nos inquieta la suerte del Tolima, debemos saber que en los últimos cincuenta años, el 100% del palabreo político-dirigencial se dedicó y dedica al desarrollo y a cómo enmendar los graves males del Tolima y que el resultado de tanta enjundia intelectual está ahí, representado en desempleo y subempleo.

Esta es razón suficiente para invocar contriciones por tanta labia estéril, para dejar de conseguir ventajas de la miseria y para intentar dialogar sincera y seriamente sobre otro futuro para el Tolima.

Decepciona ver que en el Tolima e Ibagué, su capital, ni siquiera hayamos optado por asumir con fuerza el enfoque neoliberal del crecimiento económico (apenas somos sus víctimas) y que tampoco intentemos al menos pensar la opción de imaginar, ordenar e instrumentar la visión de una economía incluyente y asociativa. Hace mucho tiempo señalé que en el Tolima hasta la izquierda política es de malas, pues aquí no hay magnates de verdad para culparlos de explotadores y acumuladores de riqueza.

Algunos de quienes desde los tiempos de upa usan la arenga teórico-promesera del cambio, me acusan de repetir ideas sobre construcción regional y, “como a quien no quiere caldo…”, les digo que el único modo de superar el atraso tolimense es construir valores de desarrollo endógeno, tarea propia de universidades, organizaciones sociales, intelectuales, gobiernos y políticos. La encrucijada señala: o ideas disruptivas o seguir narrando tasas de desempleo.

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