A los aguerridos luchadores sociales (II)

Alberto Bejarano Ávila

Recordemos que los elementos constitutivos del Estado son: “población, territorio y poder”. Así entonces, es inequívoco que los tolimenses somos Estado, pues poblamos un territorio histórico que, junto a 31 territorios más, permite que el concepto de patria sea concreto y no abstracto.

No obstante, en la realidad, somos “Estado bobo”, pues la falta del sentido político-territorial como fuerza gravitatoria ampara el monopolio centralista del poder (la ley) y por ende nada decidimos, así creamos que quien vota decide. Sin autonomía regional jamás seremos protagonistas con poder real y efectivo para construir progreso y, por ello, el Tolima continuará siendo colonia y nosotros encomenderos mansos del imperio central que se arroga impunemente el derecho de construir un país plutocrático y desigual.

Señalé atrás que la autonomía regional es objetivo principal al que debe converger la lucha social, razón que obliga proponer a nuestros abnegados luchadores sociales que convoquen a sus émulos de otros territorios históricos a realizar conjuntamente tan magna tarea, bajo la premisa de que esta es la única ruta para convertir sus causas en realidades.

Igual sugiero se confederen en un ente de organizaciones sociales para emanciparse de la politiquería menuda y abrir diálogos sobre un modelo desarrollo regional fundamentado en el respeto el ser humano y su hábitat. Así emergerían en el Tolima legítimos, integrales, incluyentes y sostenibles proyectos de región y nuevas realidades políticas capaces de gestionarlos.

En otro artículo dije que El Tolima tiene una superficie de 23.562 km2, superficie mayor a la de muchos estados. Que es más extenso que Belice, Israel, Eslovenia, Chipre, Bahamas, El Salvador, Puerto Rico, Jamaica, Kuwait y otros 50 estados más y que, a diferencia de algunos de estos estados, el Tolima es oasis y no desierto; su riqueza hídrica formidable; su geografía diversa; su orografía envidiable; incalculable su especie animal; las multinacionales babean por sus riquezas naturales; contratistas de muchos lugares (pocos del Tolima) y de todas las disciplinas rondan el “Palacio del mango” y 47 “palacetes municipales” (¿vestigio colonial?).

Digo ahora: ¿Qué tal si esta majestuosa región, a imagen de las autonomías españolas (quizá mejor), realmente fuera nuestra y no enclave del centralismo? Tan legítimo anhelo nos lleva al mismo asunto crucial: ¿Acaso no es la autonomía la conquista que los tolimenses hemos de lograr para decidir nuestro futuro? Así se indignen ingenuos y sofistas del statu quo, insto a repudiar las refritas tesis de desarrollo y a superar la grave indigestión conceptual que nos impide hacer abstracciones teóricas para poner cada cuestión vital en su justo sitio.

Sabiendo que maniqueísmo, fabulación política o tesis tonta llevan al atraso, deberíamos pensar disruptivamente para incorporar ideas autonómicas a la prospectiva estratégica del desarrollo fundado en causas sociales, lo demás es porfiar en soluciones que no estamos en capacidad de hacer realidad. Corolario: autonomía o poder para decidir es objetivo capital.

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