¿Cultura, subcultura o decadencia?

Alberto Bejarano Ávila

Carente de sentido político, el proceso electoral ya empezó y durará hasta octubre y, frente a ello, debo expresar que no creo imposible centrar la voluntad y el saber colectivo en las coordenadas ideológicas correctas para que tal suceso sea comienzo de un camino hacia el progreso y no causa de frustración, pues sabemos y nadie lo niega, que eso que en el Tolima llamamos política, hasta hoy, no ha respondido a los anhelos de un mejor vivir y, pese a ello, nada hacemos para que la política cambie y sea culmen de visiones, razones y acuerdos.

Al menos a mí me agobia el compulsivo frenesí y la altisonante, vacía y maquinal verbosidad de quienes se “lanzan al ruedo electoral” sin ideas y bufando como toros de casta, pero sin la nobleza de éstos. El agobio y la decepción que me produce el electoralismo irracional me indujo a indagar si la política tolimense es cultura, subcultura o señal de decadencia. De lo averiguado infiero que nuestra política es un despelote que crece exponencialmente y sin probabilidad cercana de ser frenado, depurado y reorientado por cauces legítimos.

Por definiciones concluyo que en el Tolima la politiquería es cultura, pues es “una especie de tejido social que se reconoce por las costumbres, las prácticas, las maneras de ser y de pensar, los rituales y las normas de conducta”. Así entonces, juzgar que en el Tolima se hace politiquería y no política, nos hace parte de una subcultura, entendida ésta como “grupo de personas que comparten comportamientos y creencias diferentes a la cultura (política) que domina su comunidad”. Qué ironía, acabar siendo políticamente “subculto” y no culto.

De esta reflexión sociológica se concluye que siendo el politiqueo una cultura y subcultura la política que aboga por fines sociales superiores, se confirmaría entonces mi vieja tesis de que los tolimenses vivimos tiempos de decadencia, definida ésta como “la declinación o el principio de la ruina o un proceso de deterioro… a través del cual las condiciones o el estado de algo o de alguien comienza a empeorar” o igual, un “periodo histórico en el que… una sociedad va perdiendo la fuerza o los valores… y se debilita hasta desintegrarse”.

Como “no podemos tapar el sol con las manos”, mejor sería entender que los problemas sociales que sufrimos no se zanjan con apatía o coreando majaderías, sino reconstruyendo el alma regional desde la política, pues lo que está en juego no es poca cosa, es la inversión pública, la cohesión social, el clima propicio para los negocios, la calidad de la democracia, las leyes que amparan la equidad y el interés común, la educación para convivir y progresar, la sostenibilidad del hábitat.

Respetable es el derecho a ser elegido y entendible que aparezcan como por arte de magia, tantos candidatos, pero lo inaceptable es que esos candidatos, y sus mentores, ignoren que la política debe ser cultura dominante en el Tolima y el politiqueo una subcultura marginal.

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