¡De ahí la falta de originalidad!

Alberto Bejarano Ávila

En el Tolima hablar de desarrollo es una usanza tan ancestral como el mismo subdesarrollo, irrefutable verdad que nos inculpa del inveterado hábito de preconizar una cosa y construir otra. Cuando uno se pregunta por qué el pensamiento disruptivo no suscita cambios ciertos en la vida regional, surgen respuestas que pueden responderse desde varios enfoques, uno de ellos es que no afrontamos la cuestión histórico-regional usando la técnica secuencial o el orden lógico de prioridades y por ello vivimos en un limbo que retocamos cada día. Ese orden o secuencia puede explicarse abstrayendo tres variables que suelen traslaparse o fusionarse y así parecer un único enfoque de análisis de lo regional. Estas variables serían: a) la lectura histórica, territorial, antropológica y sociológica del Tolima, b) las concepciones económicas y c) las creencias políticas. Como se verá, la primera concierne estrictamente al contexto tolimense, mientras que la segunda y la tercera, por ausencia de una consistente primera lectura, son una mala parodia de la práctica económica y política nacional y mundial que, es sabido, entrañan más contras que pros para la región y de ahí la falta de originalidad.

Debo indicar que los tolimenses no conocemos al Tolima; desconocemos nuestros orígenes; ignoramos quiénes somos, cuántos somos y dónde estamos; vagas son nuestras fortalezas, oportunidades y debilidades; nuestra identidad y nuestras culturas están disipándose. Falso es que la historia, la sociología, la antropología, la arqueología y la economía regional hayan sido sobre estudiadas. Sé que hay trabajos sesudos que están apolillándose en anaqueles y así no ayudan a que nos reconozcamos como región específica que está obligada a construir un mejor destino a partir de ideas diversas que se respetan y del esfuerzo compartido. Contrastan estas carencias con la sapiencia del tolimense en temas nacionales y mundiales como el acuerdo de paz, la reforma tributaria, las tendencias económicas, el ranking de los ricos, la reforma política, el plan de desarrollo, los asuntos medioambientales y de tierras, el futuro de los partidos y sus caudillos, la crisis del país vecino, los “dislates de Mr. Trump”, etc. Tan conspicua cultura global sería realmente pertinente si sumara a una sólida cultura regional que se caracterizaría por saber qué tenemos, qué nos conviene y cómo construirlo.

En lo político caímos en la alucinación partidista y caudillista colombiana y por ello perdimos identidad política. La falta de peso político específico y de conocimiento integral del Tolima no permite que emerjan paradigmas genuinos de desarrollo socioeconómico y pensamiento estratégico para lograrlo. Ello explica una verdad convertida en frase de cajón: “el problema regional es de mentalidad”. Duro es decirlo pero sí, mientras la mentalidad del pragmatismo bobo (de ello diré luego) y la estulticia política sean pautas de conducta colectiva, estaremos destrozados como sociedad, entre coterráneos nos excluiremos, nos trataremos mal y hasta tirrias nos tendremos. Sin conocer al Tolima es imposible imaginar y construir desarrollo.

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