16.8%, 28.2%, 72%, “Foritis”… y todo al alza

Alberto Bejarano Ávila

En su edición del pasado primero de junio El Nuevo Día registró tres fenómenos recurrentes y conexos que revelan crudamente cuál es nuestra tozuda y trágica realidad, cómo la vemos y cómo la encaramos. Los hechos que solemos ver como paisaje natural desde hace muchos décadas, pese a su tendencia a empeorar son éstos: 16.2% de desempleo en Ibagué (28.2% en la población joven), el 72% de las personas dicen sentirse orgullosa de Ibagué y el primer foro protocolario e insubstancial con precandidatos a la Gobernación.

El primer hecho, que sólo es el asomo del iceberg, es catastrófico en sí mismo, pues, repito, un índice de desempleo de tal magnitud (16.2%) y atípicamente acentuado en los jóvenes (28.2%) sumado a la informalidad (más del 50%), es una imperdonable y angustiosa tragedia humana que nos exige renunciar incondicionalmente a las trilladas y superficiales premisas del desarrollo, la nadería política, la levedad de los liderazgos, la incoherencia intelectual y la apatía. Tan penoso hecho fácilmente remediable, además de afectarnos, se convierte en caldo de cultivo de males mayores (inseguridad, fuga de talentos, miseria, frustración, etc.).

El segundo hecho lo señala la encuesta del programa “Ibagué Cómo Vamos”, donde el 72% dice sentirse orgulloso de Ibagué (el domingo y el lunes END reveló cifras más lógicas). Algo raro ocurre con la encuesta de ICV o con la psicología social y lo explico diciendo que, como muchos, yo también quiero a Ibagué y que tal afecto me genera tristeza y nunca orgullo por sus abandonos y sus males. Siempre dije que la retrospectiva sin prospectiva es inocua, pues permite ver hacia atrás pero no hacia adelante y por ello debería existir el programa “Tolima Cómo Iremos” TCI, por aquello de la indivisibilidad de la construcción del futuro regional.

El tercer hecho lo produjo una universidad al realizar el primer foro con precandidatos a la Gobernación. Leyendo la reseña del evento inferí, como era predecible dada la vieja práctica de la “foritis” electoral, que la academia cae en discordancia al ejercer su deber político sin enjundia teórica ni rigor metodológico, invitando candidatos a enumerar males que todos conocemos y sufrimos, sin exigirles una versión del porqué de esos males (que el politiqueo agrava), ni cómo ni cuándo empezarán a corregirse. Si la academia no ahonda en las ciencias sociales y el espíritu crítico y propositivo, la problemática seguirá creciendo. La universidad, fuente de saberes y ciencias, debe colocar un alto rasero analítico y programático y no debe apadrinar la charlatanería ni la ignorancia política.

Realmente vamos mal y, para empezar a frenar la decadencia, los líderes sociales, políticos, gremiales y académicos, “todos a una”, tienen que recapacitar y admitir esa verdad que mal habla de su gestión y así iniciar la construcción del progreso tolimense.

Pienso que nosotros, renunciando de una vez por todas a tanta obcecación y pequeñez, podríamos convertirnos en aquellos que son capaces de construir grandes realidades históricas.

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