Sabiduría, institucionalidad y desarrollo regional

Alberto Bejarano Ávila

Los individuos como categoría sociológica relativamente abstracta no decidimos los rumbos del progreso, salvo cuando, para bien o mal, fungimos como consumidores o, teóricamente, al votar. Cuando los sueños o los intereses de pocas o muchas personas coinciden, estas se asocian en organizaciones (se “institucionalizan”) y otorgan o asumen el rol de dirigente que han de cumplir funciones de vocería, defensa o ejecución de proyectos para satisfacer ese interés común de suyo constitutivo del interés general. La persona “desinstitucionalizada” es etérea y además vulnerable frente a toda clase de abusos. Esta es una sucinta obviedad.

Cuando la decadencia y la indecencia se adueñan de una institución creada con nobles fines esta se debilita, pierde sus objetivos misionales, destruye saberes, prohíja oscurantismos, se hace anodina, se convierte en pasarela de personalismos y sus dirigentes transmutan en caudillos autócratas y torpes. Si tal desgracia sucediese en el Tolima, sin duda “todos a una” reharíamos o demoleríamos esas instituciones o construiríamos nuevas instituciones para que el cambio sea real y la historia no nos juzgue como cómplices del desastre regional.

Como en una hipotética región atrasada (no es nuestro caso) sería rara la existencia de uno o algunos individuos con la profunda y compleja sabiduría requerida para cambiar el rumbo, entonces es la inteligencia colectiva la que podría sublimarse para hacer posible el histórico reto. “Nadie puede ser un gran economista si sólo es economista”, dijo John S Mill; si captó bien el sentido de ese axioma, diría que el político, el dirigente económico, el líder social, el educador, no serán pensadores o gestores del cambio sí solo son eso, personas con relativo talento especifico que no suma al saber colectivo del desarrollo. Esto, grosso modo, explica por qué, en esa región atrasada, el caudillismo se enquista e impide que emerja el liderazgo como acuerdo social, sinergia, razón del trabajo en equipo o construcción colectiva.

Para ir concluyendo señalo que la sumatoria de las organizaciones económicas, educativas, sociales y políticas (si son abiertas, progresistas y comprometidas con su territorio) es la que permitiría construir la gran inteligencia regional, que no es otra que el súmmum del talento de sus gentes, talento que, sin duda, es superior a la suma de sus talentos individuales. Esta es la opinión que trasmitiría y podría ampliar a los dirigentes de aquella hipotética sociedad subdesarrollada y, mientras tanto, “toco madera” para que esa jamás sea nuestra región.

Sin embargo, siendo dable que un día el Tolima enferme de decadencia, conviene subir sus defensas contra ese grave mal y así proteger nuestro innegable progreso y para ello podría crearse (ya lo sugerí) un centro de pensamiento que, para el caso, no es cónclave de sabios y sí equipo multifacético y con visión periférica que compendie lo mejor del talento político, económico, social y educativo, trace la estrategia para potenciar sus instituciones y plantee un plan de acción integral. Nuestro entusiasta espíritu de cambio es una fortaleza.

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