¿Qué esperaría el Tolima de su clase política? (II)

Alberto Bejarano Ávila

Añadiendo al texto anterior, imagino ahora que el Tolima esperaría de su clase política que admita que quien se valga de los problemas sociales para alcanzar un interés personal está haciendo politiquería y no política. Como es posible que la inercia cultural (“resistencia que opone un sistema social a posibles cambios”) induzca a caer, de buena fe, en tan perniciosa confusión, éste rasero diferenciador despejaría toda duda. No se trata de negarle al político sus justos y legítimos intereses, se trata de que sus intereses y la forma de lograrlo guarden clara concordancia ética con los intereses de toda la sociedad.

¿Cómo saber si un político busca un interés personal y no social? En el Tolima se inscribieron 5388 candidatos a las distintas corporaciones públicas y, que sepa, nadie mostró un esbozo programático del colectivo que lo avala. Por tal razón, es mentira que hacia el 27 de octubre concurrirán ocho o 10 tendencias ideológicas por un fin común y es cierto que concurrirán 5388 “proyectos personales”, es decir, cada quien irá por lo suyo. Este absurdo estaría estimulado por el alto índice de desempleo y otras ambiciones, algunas non sanctas. ¡Pobre Tolima!

Igual esperaría el Tolima de sus políticos un autoexamen sobre su coincidente personalidad ególatra que se evidencia en el ansioso y jocoso autoelogio de miles de candidatos sin ideas sobre el futuro tolimense. La psicología social podría explicar el porqué de ese trastorno de personalidad narcisista ligado a la política. Uno diría que la política es el único lugar propicio para “la persona que tiene un sentido exagerado de su propia importancia y una profunda necesidad de admiración”. De todas maneras, este trastorno riñe con el espíritu dialogante, respetuoso, sabio y cooperativo de los verdaderos y constructivos liderazgos democráticos.

También esperaría el Tolima que las agencias políticas, antes que templos de alabanza, sean núcleos de ideas atinentes al desarrollo regional; así lograrían una madurez política fundada en el rigor programático y terminaría el regresivo e inmoral hábito de engañar con pequeñas promesas paliativas, asistencialistas y populistas. Centrando su voluntad en el desarrollo del Tolima, nuestros políticos pueden obtener distinción nacional y ello solo les exige liderar sin traicionar, ser y no parecer y no ser puente para que lo indeseable del país llegue a la región.

Ofrezco mi voto de confianza a la voluntad de transformación del talante político tolimense. No olvidemos que, hasta hoy, la historia recuerda a muy pocos tolimenses por su sabiduría, a muchos por pasar sin pena ni gloria o por maltratar la región y a nadie por su contribución al desarrollo del Tolima.

Estimados políticos, de las cosillas a la grandeza solo hay tres pasos: dialogar, no seguir haciendo lo mismo y unirse por el futuro tolimense. Si ustedes se animan, merecerán ser bien recordados por la historia y, desde ya, tendrán nuestra inmensa gratitud por no prologar más el inaceptable y dañino politiqueo. Einstein señalo: “locura es hacer lo mismo esperando obtener resultados diferentes”.

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