“Chucho” Bejarano

Alberto Bejarano Ávila

Cuatro lustros han trascurrido desde que ese interminable vórtice de violencia en Colombia, nos arrebató a “Chucho” Bejarano; un mal septiembre para los míos mostró cuan vulnerable es la inteligencia y la responsabilidad social frente a la estupidez y la mezquindad.

“Chucho” fue el hombre disciplinado que el país conoció como académico, escritor, trabajador por la paz, diplomático; fue el profesor cuya memoria, por estos días, es homenajeada en medios académicos por amigos, alumnos y colegas que lo recuerdan con afecto y gratitud y también el hombre hoy olvidado por aquellos que solo recuerdan a quien tiene algo que ofrecerles.

“Chucho”, el “saladuno-ibaguereño” que por haber nacido en navidad fue bautizado Jesús, antes que figura pública fue buen miembro de familia y ejemplo de superación y de ahí que sea la del hijo y el hermano que sobre muchas limitaciones impuso su voluntad de estudiar, la imagen que mi familia añorará por siempre.

Charles de Gaulle dijo: “Lo que pensamos de la muerte solo tiene importancia por lo que la muerte nos hace pensar de la vida”; el axioma origina dos preguntas: ¿por qué, en Colombia, la vida de quienes luchan con sabiduría por una vida digna para todos es segada por irracionales que procrean y propagan la miseria y la indignidad? ¿Por qué hemos sido incapaces de superar esa inaceptable desgracia?

“Chucho”, buen conversador, pero jamás charlatán, saludaba a nuestra madre con un ¿cómo está Usted Doña Marina?, saludo que a mí se me antojaba cariñoso, perspicaz y desprovisto de zalamerías sospechosas, pues él siempre mostró con hechos su devoción por su familia y sus deberes sociales y así fue fiel al proverbio bíblico que advierte que “por sus frutos los conoceréis”, para diferenciar a los justos y consecuentes de tantos “falsos profetas con piel de oveja” que se exceden en palabrería hueca para mostrar lo que nunca podrán ser.

El destino del Tolima fue una gran preocupación de “Chucho”. Recuerdo ahora que en 1986 dirigió la elaboración del Plan de Desarrollo del Tolima (“Defendiendo el Futuro”) y que días antes de la trágica tarde-noche del 15 de septiembre de 1999 me dijo que pensaba retirarse del quehacer nacional para venir a trabajar por el Tolima; en esa plática arguyó que él o yo, uno de los dos, podría ser gobernador del Tolima (eran tiempos en que esa idea era posible) y que, en cualquier evento, trabajaríamos unidos para demostrar que sí es posible construir un Tolima próspero. Uno que carajos puede saber de los designios de la vida para la historia.

Veinte años después de la partida de “Chucho”, Doña Marina, nuestra madre, Amalia, Carlos y Luz Dary, nuestros hermanos, Adriana y Eduardo, sus hijos y sus sobrinos, una familia que, como cientos de miles de familias colombianas que han sufrido el injusto sacrificio de hijos, padres o hermanos, hace suya esta sentida oración de Isabel Allende: “la muerte no existe, la gente solo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo”.

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