469 años, y aún ignoramos nuestras raíces

Alberto Bejarano Ávila

Ibagué cumple 469 años, un aniversario más de la musical cuya celebración será liturgia sin perspectiva, festejo sin conciencia histórica, rito sin fe ni pasión. El aniversario de la Villa de San Bonifacio será un acto más de cortesía y lugares comunes frente a la escultura del capitán villabragimense López de Galarza, único héroe que reconoce la historia sesgada, ya que los pobladores originarios, en pleno siglo XXI, no son aceptados como ascendencia y sus raíces aún son desconocidas y no queremos conocerlas. ¿Quién fue el Pijao? ¿Cuál era su cultura? ¿Quién es el ibaguereño? ¿Cuál su pasado y su presente? ¿Cuál su destino?

Sabiendo que la crítica enoja a quienes no se enojan con la ignorancia y el atraso, debo decir que Ibagué cumple 469 años; mucho tiempo de maduración y tan poca madurez, tan escasa conciencia histórica y tanta incertidumbre de futuro; recursos naturales abundantes frente a una acusadora pobreza; anacronismos malos (politiqueo, indolencia, talante feudal, odios, espíritu gregario) que condenan al ostracismo a tantos valores buenos (tradiciones, saberes, mitos, leyendas, sincretismos) que afirmarían nuestra identidad y serían razones de unidad.

El 14 de octubre podríamos meditar sobre el rol histórico del ibaguereño, su memoria y sus mea culpas. Ej., leer en público a Leovigildo Bernal, Hernán Clavijo, Cuartas Coymat, Camilo Pérez y más escrutadores del ayer; exhibir videos de municipios prósperos del mundo para mirar nuestra cruda realidad; leer las cantinelas atribuidas a Nariño que evocan la “pujanza del Señor Don Baltazar” y así intentar descifrar la genética del carácter Pijao para entender la “pujanza del ibaguereño de hoy”, única manera de reencontrarnos con la historia.

El festejo debe avenir lo rural con lo urbano para saber que el Ibagué real no es ciudad, sino ecosistema complejo en 1439 km2 y no 80 km2 (como cree el citadino) y así realzar hermosos vecindarios que merecen progreso: Juntas, Villarrestrepo, Toche, Dantas, Laureles, San Juan de la China, San Bernardo, Llanitos, Pastales, Cocora, Carmen de Bulira. Ibagué podría lograr su autosuficiencia alimentaria; podría ser certificada como reserva de la biosfera porque es fábrica de oxígeno y de agua; podría ser destino ideal de trotamundos; podría ser referente del espíritu asociativo y oasis de paz; podría estar unido por excelentes vías terciarias y por sendas y caminos que nos avecinen hoy para poder construir juntos la historia del mañana.

Da grima pensar que para construir el nuevo Ibagué sólo se necesita saber que el atraso no lo causa la falta de potencialidades, recursos y oportunidades, dones que siempre tuvimos; que con un poco de alquimia Pijao podríamos fusionar voluntad, unidad e imaginación para que Ibagué renazca. En el mundo existen regiones con pocos recursos naturales pero sabias, que tienen cantones, municipios o condados cuya belleza, modernidad y calidad de vida da envidia: Andorra, Brujas, Vitoria, San Sebastián, Viena y otros buenos vivideros de verdad, podrían ser nuestros referentes. …“Lanza no caigas al suelo, porque te comen los Pijaos”.

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