Así empezaría el cambio de mentalidad

Alberto Bejarano Ávila

La encrucijada de una sociedad rezagada y con problemas endémicos muestra dos caminos: el continuismo y la plena prosperidad. A juzgar por la manera como se asume lo económico, lo cultural, lo político, pareciera que, por resultarles rentable, algunos dirigentes del Tolima son proclives al continuismo y así niegan a las grandes mayorías toda posibilidad de seguir el camino del pleno bienestar.

Por eludir un debate frentero sobre ésta encrucijada, un caos de ideas y conductas atiza torpezas, naderías, cortoplacismos y desuniones que nos tienen enredados en las patas de los caballos, pero eso sí, creyendo que cabalgamos.

Al evaluar críticamente debates, discursos, entrevistas, programas y publicidad del proceso electivo que termina, concluyo que una pobre mentalidad, atornillada y soldada, impide ver más allá del costumbrismo de opinión y por ello juzgamos normal que los candidatos, en su afán de conseguir votos, solo hablen de problemas y paliativos y que jamás intenten siquiera buscar las profundas causas de la problemática y sus soluciones de fondo.

Ej., para remediar el desempleo prometen empleo trayendo inversión y creando empresa, pero sin decir cómo ni a qué costo histórico y, ya electos, solo velarán por sus intereses personales y grupales. Así fue siempre y el efecto será el de siempre. ¿Hasta cuándo lo anormal será normal?

Como la noción de sociedad es abstracta, son los dirigentes sociales, privados y públicos los llamados a liderar un proceso para despejar el galimatías conceptual del desarrollo regional y un acuerdo para rectificar los fines históricos y la visión estratégica del Tolima.

Si el consejo sirviera, lo primero sería empezar a cambiar la mentalidad y para ello podría elaborarse una cartilla que explique con claridad pertinente el axioma atribuido a Von Bismarck: “El político piensa en la próxima elección; el estadista, en la próxima generación”. Sin entender su cabal sentido y tal vez para presumir, ésta frase suele citarse insistentemente en época electoral.

Definir virtudes intelectuales del estadista es tarea académica y su resultado final, se dijo, debería editarse como texto para educar a políticos y electores. Yo solo opino que una obra grande y estable (el desarrollo) necesita bases sólidas que, para el caso son: reconstruir la dimensión territorial, el tejido social, la identidad, la ética, el espíritu asociativo. Así se dude, el acervo moral hace viable el espíritu empresarial, las grandes obras de infraestructura, el ahorro interno, el crecimiento económico, el espíritu emprendedor, el superávit fiscal y más logros que, a su vez, originan pleno empleo, calidad de vida y un medio ambiente sostenible. Prometer logros disociados de la contextura moral del Tolima es un desafuero político.

La fórmula del progreso regional es fácil: no volver a hacer lo malo (politiquear, “ganar cielos con rezo ajeno”, mentir); continuar haciendo lo bueno (parquecitos, pintura, asfalto); hacer lo que nunca se quiso hacer (construir bases morales para hacer sostenible el desarrollo del Tolima). Así, lo imagino, pensaría un estadista, pues ya sabemos cómo piensa el político.

Comentarios