El limbo político sí existe

Alberto Bejarano Ávila

De las encuestas electorales siempre estuve atento pero nunca había sido encuestado; sólo me preguntaba cómo escogen a las personas que emiten sus pareceres, cómo los tabulan y qué dicen esas ilegibles fichas técnicas. Pues bien, por fortuita mediación de un vecino hace poco me hallé frente a un encuestador, joven diligente y paciente que tal vez entendió que me es imposible responder sin opinar, como yo entendí que su trabajo era lograr respuestas tajantes y no opiniones. Allí descubrí que vivo en un limbo político, donde el qué y el porqué de la política tienen significados que podrían extinguir la lógica del politiqueo y enaltecer la conciencia política tolimense.

No recuerdo bien las preguntas textuales ni su orden pero, más o menos, así se desenvolvió el asunto. El joven me mostró una ficha con las fotos de nueve candidatos a la Alcaldía de Ibagué a quienes conozco en persona o de oídas y me preguntó por cuál votaría; yo le respondí, lo estoy pensando. No sé si mi respuesta se registró como indeciso, abstencionista, blanco o no sabe no responde, porque, aunque todos recomiendan pensar el voto, ésta categoría no está en la encuesta y por tanto no me estaba yendo por las ramas, sólo quería ser coherente con mi obligación de tomarme mi tiempo para votar responsablemente.

Luego preguntó que, en caso de ser elegido, cuál candidato lo haría mejor respecto a unas 6 variables (empleo, agua, medio ambiente, mujer, etc.) pregunta que no entendí porque a mi juicio esas variables no están sujetas al antojo personal sino que deben ser parte vital de la plataforma ideológica y el programa de gobierno aprobado por la militancia de un partido moderno y decente y porque personalizar soluciones es validar el caudillismo y el mediocre desempeño del alcalde, lesionando así la esencia ética y programática de la gobernanza.

También preguntó si yo era de derecha, centro o izquierda y ahí quedé más turulato porque esas categorías para mí hoy son extemporáneas y distractoras de la tarea constructiva de lo justo, pues incuban el desleal raciocinio partidista que se arroga la bandera del cambio para enraizar el continuismo y por ello me declaré como un solitario regionalista progresista, una categoría que tampoco figura en la encuesta. Regionalismo progresista significa encuentro de lo diverso y no polarización cerril y ese es el nuevo sentir político que necesita el Tolima.

Realmente me embrollé con preguntas que no pude responder sin opinar, pues la encuesta personaliza y achica los parámetros del juicio político y por ello, más adelante, la calificación del desempeño será permisiva y facilitará que un alcalde del común resulte siendo el mejor de Colombia. El yerro no es del político sino de la vara del juicio institucional o cultural que pordebajea lo cualitativo y exalta lo mediocre en lugar de lo grande e histórico (¿recuerdan los foros?) Seguiré en el limbo político, pues un día, tal vez lejano, el regional-progresismo se convertirá en corriente ideológica redentora del Tolima.

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